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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
ASTOLFO. Comienzo a tener dudas. Vos veis mejor que yo, conde. EL CONDE. Además, la noche es obscura, ¿verdad? ASTOLFO. Sí, muy obscura. EL CONDE. ¿Ves? Y cuando está obscuro, es muy fácil equivocarse. ASTOLFO. Sí, es muy fácil. ¡Decididamente, no es el duque! EL CONDE. ¡Pobre duque! ¡Ser engañado tan cruelmente en su misma noche de bodas!
Mientras subsistan sus causas, la enfermedad no se curará radicalmente, y le hará a usted padecer cruelmente toda la vida, y al cabo concluirá con ella demasiado pronto... Hábleme usted con franqueza... Nosotros, los médicos, somos los confesores de los hombres que no creen en la confesión... ¿Es usted casado, o soltero? Soltero. Pero usted tiene una mujer que le ama demasiado...
Mi entrevista con él fue notable, principalmente por el número de falsedades tan involuntarias como inevitables que le dije; y me burlé cruelmente de él cuando me confesó que me había sospechado de haber ido a Estrelsau en seguimiento de Antonieta de Maubán.
Las hierbas parásitas han aumentado; surgen por todos lados zarzas, cardos y malvas azules, agarrándose cruelmente a los rosales, y la hiedra extiende sus brazos por el muro como si quisiera derribarlo; y no se limita a esto su poder, todos los años adquiere más lozanía, y ya empieza a trepar por las ventanas del cuarto de mi madre...
La chillona voz de Celia acababa de reavivar cruelmente las sospechas de Delaberge. Las palabras de esa mujer iluminaban la oscuridad en que se movían sus temores imprecisos y sus inquietos presentimientos.
Se decía que había disparado sobre un criado sólo porque le había abierto una carta, y que en varias ocasiones había cogido a los niños que se atrevían a hacerle muecas en la calle, los metía en la cuadra, los desnudaba y los azotaba cruelmente con las correas del freno de su caballo.
Los padrinos, con los brazos inactivos, pero con los pulmones cruelmente dilatados por la angustia, se cansaban más aún que el barrenador. Los dos esperaban con las barras levantadas por encima de la cabeza. Dieron la señal los directores de la apuesta y en la plaza estalló una aclamación semejante á la que acoge la partida de los caballos en una carrera. Después se hizo el silencio.
Otras veces heló cruelmente. El cielo se mantenía sereno, pero los campos, por la mañana, aparecían blancos, con una escarcha de medio dedo de grueso. En ocasiones también nevó abundantemente. Todos estos fenómenos meteorológicos tienen sus encantos en la aldea para el que sabe hallarlos. Gonzalo había nacido para vivir feliz en medio de las fluctuaciones de la Naturaleza.
Yo no sabía, yo no he sabido hasta que he visto el aderezo con que os presentásteis á la corte, hija mía, que era el duque de Osuna el que tan cruelmente abusó del terror, de la debilidad, del aturdimiento de una mujer en una ocasión funesta.
Inútiles han sido mis propósitos de serle fiel; pero, me parece que no puede haber fuerza en el mundo que me impulse a serle inconstante, a abandonarle, a causarle inmenso dolor dejándole ver con claridad mi desvío, siendo con él cruelmente ingrata.
Palabra del Dia
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