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Para que se comprenda bien lo ocurrido en el castillo de Zenda, tengo que completar el relato de lo que yo en persona vi e hice aquella noche con una breve reseña de lo que más tarde supe por Tarlein y la señora de Maubán.

Y pensando en lo que a mismo me sucedía, me encogí de hombros y me eché a reír. También recordé entonces a Antonieta de Maubán y su viaje a Estrelsau.

Confina con Tayabas, Majayjay y Mauban, de los cuales el pueblo de Mauban es el más lejano, que dista unas cinco horas de camino, sumamente montuoso y accidentado. Los alrededores de Lucban presentan panoramas de los más bellos y agrestes que puede soñar la fantasía. El camino que dirige á Majayjay es indescriptible, y esto no somos nosotros solo quien lo decimos, sino que así lo asegura Mr.

Tal fue el relato de Juan, que le valió buena recompensa; y aunque me pidió que le permitiese quedarse en Tarlein, conseguí que regresase al castillo, donde lo necesitaba mucho más, encargándole anunciase a la señora de Maubán que estaba procurando auxiliarla y que ella dijese al Rey en mi nombre algunas frases de esperanza y de consuelo.

Se les dijo parte de la verdad, revelándoles también la tentativa contra mi vida hecha en el cenador de Antonieta de Maubán, para estimular su celo y acrecentar el odio que profesaban al Duque.

Pero en lugar de huir los asesinos, uno de ellos debía ocupar el lugar del Rey en el calabozo y pedir a los asaltantes favor y justicia a grandes gritos; llamado entonces Miguel, declararía que el preso había ofendido a la señora Maubán y por eso sufría aquel castigo; y que él, el Duque, se alegraba de tener aquella oportunidad para aclarar lo ocurrido en la fortaleza y contradecir y disipar ciertos rumores que habían circulado acerca de la presencia de un misterioso prisionero en el castillo de Zenda.

Cuando revelé a la señora de Maubán las ofertas que me había hecho Ruperto, no se mostró admirada; ella misma había aconsejado a Miguel que desconfiase de Ruperto, aun en los momentos en que me escribía rogándome que la rescatase del poder de ambos.

No importa, chico; quizás haya un descarrilamiento o un choque durante el viaje y tengas oportunidad de dejar plantado al duque de Estrelsau. Pero ni la señora de Maubán ni yo tuvimos el menor desastre, y bien puedo afirmarlo de ella con tanta seguridad como de , porque tras una noche de descanso en Dresde, al continuar mi jornada, la vi subir a un coche del mismo tren que yo había tomado.

Para evitar gran calor, convinimos en hacer el trayecto, que separa Atimonan de Mauban, de noche y por mar, á cuyo efecto se prepararon bancas y barotos, quedando todo listo para embarcarnos á la caída de la tarde. Navegación en baroto. Escasez de luz y abundancia de mosquitos. Los principios y los medios. Horas interminables. Malayo po. El monte Soledad. Vista de Mauban.

La comisión cumplió su encargo, embarcando en Mauban, en 20 bancas y 1 pontín, el Real Tesoro, que pesaba unos 700 quintales. A los pocos días se encontraba toda la plata en poder del justiciero y valiente magistrado. Dos días permanecimos en Mauban, y al terminar aquellos emprendimos el camino de Lucban.