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Para evitar gran calor, convinimos en hacer el trayecto, que separa Atimonan de Mauban, de noche y por mar, á cuyo efecto se prepararon bancas y barotos, quedando todo listo para embarcarnos á la caída de la tarde. Navegación en baroto. Escasez de luz y abundancia de mosquitos. Los principios y los medios. Horas interminables. Malayo po. El monte Soledad. Vista de Mauban.

El tiempo estaba algo revuelto, y el patrón del baroto trincó perfectamente las amarras del caran, de modo que la parte habitada de la embarcación quedó convertida en una especie de ratonera, en que si bien escaseaba luz y aire, abundaban los mosquitos y las moscas.

De Tiui regresamos al pueblo de Tabaco, en donde nos esperaba un buen baroto en el que habíamos de hacer las 16 millas de travesía que hay de aquel pueblo al de Calolbon, situado en la isla de Catanduanes; travesía que hicimos en seis horas.

¿Saben ustedes lo que es navegar en baroto? Si la contestación es negativa no deseen hacerla afirmativa, pues de seguro se arrepentirán. De Atimonan á Mauban puede irse por algo, que algunos afirman que es vereda; pero el viajero que llega á poner en ella su planta, se convence á costa de sus huesos de que no hay tal cosa, sobre todo, en la parte que comprende el escabroso monte Pitisang.

La estrechez del baroto no permitía echarnos, obligándonos á conservar posturas irreconciliables con el descanso; y no hay nada más molesto que estar completamente rendido y falto de sueño, y, sin embargo, no poder dormir. Cincuenta veces por hora preguntamos al patrón si faltaba mucho, y siempre tuvimos por contestación su invariable malayo po.

La postura que se busca en cualquier forma de locomoción es agradable al principio, más si la jornada es larga, antes de llegar á los medios aquella, no solo es molesta, sino que no hay ninguna que satisfaga. El baroto no tenía asientos, así que los que íbamos embanastados en su camareta tuvimos que hacerlos con mantas y maletas.

¡Caramelo! dije en mi interior, pues menudo chasco me he llevado, yo que creía habérmelas con dos hijas de este extremo Oriente y me encuentro de manos á boca con Cádiz y San Fernando disfrazados de saya y candonga. Bien, pero esta señorita se embarcaría en ferrocarril. ¡! No señor replicó aquella con la mayor naturalidad, siempre nos hemos embarcado en baroto ó en parao.