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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Las bromas groseras del valentón hacían rugir de risa á la concurrencia. A toda aquella gente, que aún guardaba el mal sabor de la paga de San Juan, le hacía mucha gracia ver tratados á sus amos tan cruelmente. ¡Ah!

Pero la devoción de Ana ya estaba calificada y condenada por la autoridad competente. Las tías, que habían maliciado algo de aquel misticismo pasajero, se habían burlado de él cruelmente. Además, la falsa devoción de la niña venía complicada con el mayor y más ridículo defecto que en Vetusta podía tener una señorita: la literatura.

Acometida de un furor orgulloso, soltó por su boca desdentada mil improperios contra el párroco y contra las zagalas de Canzana que la perseguían cruelmente con su envidia. Esto causó el regocijo no sólo de Regalado, sino de cuantos la escuchaban. Pero ya al son de la gaita y el tambor y con el estampido de los cohetes salía la sagrada imagen de la Virgen del Carmen por la puerta de la iglesia.

Entretanto, las otras personas presentes se pusieron a preguntar a Silas Marner dónde, según él, se encontraba el cuchillo; pero no quiso dar otra explicación. Agregó solamente: Estoy cruelmente herido, no puedo decir nada. Dios me justificará. La asamblea, de regreso en la sacristía, deliberó nuevamente.

Erguime y aspiré con ansia el aire, dando un largo suspiro, que hizo sonreír a la señora de Enríquez y puso seria a Joaquinita. No tardó en venir otra mirada igual, que me hizo el mismo bien. La mano invisible que me apretaba cruelmente la garganta aflojaba los dedos. Luego vino otra, y pude sacar el pañuelo y limpiarme el sudor. Luego otra, y tuve ya fuerzas para sonreír.

Después el héroe dio una vuelta por la calle de Toledo y plazuela de la Cebada, porque oyó decir que había agitación en aquellos barrios y gustaba de curiosear. Un espectáculo horrible le detuvo en su excursión. Vio asesinar cruelmente a un chico por echar tierra en las cubas de los aguadores. Esta travesura frecuente entonces, se castigaba comúnmente a pescozones.

Sin duda había ayudado a desnudarse a la señora y la dejaba en la cama. Con la cabeza entre las manos, los codos apoyados sobre las rodillas, permaneció inmóvil, abstraído, escuchando ya solamente la voz de su pensamiento y los latidos de su corazón. Un vivo despecho, del cual no quería darse cuenta, le mordía cruelmente las entrañas.

Quizá un recuerdo de aquella escena vagaba por su mente, pues repetidas veces se detuvo para apoyar las encendidas mejillas en su mano, como si otra vez debiese aparecer la figura de la niña, de pie en el umbral y repitiendo con voz angelical la consabida pregunta de: ¿es mamá? Mas este nombre le atormentaba ahora cruelmente.

Escribir a Inesita, en cambio, no podía ser sin menospreciarla y vejarla cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella.

Recortaban cruelmente sus tiernos rabos mientras hablaban con los compradores, o aprisionaban sus finos tallos con el hilo, sin que les enterneciera el perfume que en son de protesta les arrojaban al rostro. Un mosaico deslumbrador se extendía sobre las mesas.

Palabra del Dia

mármor

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