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No quería mamá que te viera, Inés exclamó Asunción . ¡Qué raro acontecimiento! Yo me despedí creyendo no verte más... y ahora yo estoy en casa y fuera. Hipócrita, tan preparado lo tenías, y no me habías dicho nada.

En el acto que me despedí de ella, me encaminé a Bedford Row, donde tuve otra consulta con Leighton, al cual le expliqué mis serios temores. Como ya le dije, señor Greenwood exclamó el abogado cuando hube terminado, recostándose en su silla y mirándome gravemente a través de sus anteojos, creo que mi cliente no ha fallecido de muerte natural.

Sola y desamparada en semejante caso, el fin tenía que ser inevitablemente desastroso. Me despedí de Mabel, alejándome con el sentimiento de que, amándola como confieso que la amaba, sin embargo era indigno de ella. Ciertamente, ¡estaba jugando una partida peligrosa!

Cierta noche me despedí, como de costumbre, á estas horas. No ponía luz alguna para alumbrar la escalera y el portal. Cuando D. Gerardo ó yo salíamos, la criada alumbraba con el quinqué de la cocina desde lo alto. En cuanto cerrábamos la puerta del portal, cerraba ella la del piso y nos dejaba casi en tinieblas; porque la luz que entraba de la calle era escasísima.

Ya me despedí. ¿Y queda contenta? Muy contenta...; como nunca.... ¿Está seguro, señorito? Segurísimo.... Anda, Rita, prepárame el equipaje...: pon lo que te parezca...; poca cosa, una maleta pequeña. ¿Va entonces por poco tiempo? No lo todavía...; ya veré. Y se encerró en su cuarto, en un paseo incansable, como de fiera enjaulada.

Pero los más avisados prescindían de suposiciones y comentarios, limitándose a decir que sólo se sabría la verdad cuando el coronel Sarto tuviese a bien revelarla. Así charló Juan hasta que lo despedí, y me quedé solo, pensando no en lo porvenir, sino, como sucede a menudo después de las grandes crisis, en los sucesos de aquellas últimas semanas, pasándoles mental revista con verdadero asombro.

No esperes de D. Pedro más que ridiculeces... Sosiégate... Han dicho aquí que el desafío de D. Pedro con lord Gray era una función quijotesca. ¿No es verdad, caballero? , señora repuse . Son ya las diez... Soy amigo de lord Gray y no puedo faltar. Respetuosamente me despedí de ellas y salí.

Por fin, la simpática mamá manifestó que era una hora intempestiva y fea aquella en que celebrábamos nuestros coloquios; convenía adelantarla, de nueve a once, por ejemplo. Lejos de poner estorbo a nuestras entrevistas, nos estimuló a proseguirlas. Me despedí de madre e hija loco de contento. Poco faltó para llamar a doña Tula mamá; bien me apeteció el hacerlo.

Ahora, vamos añadió el viejo, dirigiéndose al capitán de la Dama Zuri , a nuestros asuntos. Me despedí del capitán y de Itchaso, fuí a mi barco, y a las cinco en punto estaba en el muelle de Borgoña, en la tienda de objetos navales. El viejo Itchaso me esperaba, e, inmediatamente de llegar, me pasó a un cuarto pequeño con una ventana que daba al muelle.

Habiendo llegado á Sevilla, entregué yo mismo estas cartas al Rey, y le hice relacion de todas estas regiones, y sus circunstancias, lo mas fielmente que pude. Prevenido para mi viage, me despedí del general y de mis compañeros: tomé veinte indios Cários, para que me llevasen mi ropa y otras cosas, que de muchas mas habria necesidad en tan largo camino.