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Actualizado: 20 de junio de 2025
Ahora, vamos añadió el viejo, dirigiéndose al capitán de la Dama Zuri , a nuestros asuntos. Me despedí del capitán y de Itchaso, fuí a mi barco, y a las cinco en punto estaba en el muelle de Borgoña, en la tienda de objetos navales. El viejo Itchaso me esperaba, e, inmediatamente de llegar, me pasó a un cuarto pequeño con una ventana que daba al muelle.
Un día estaba haciendo los preparativos para zarpar, cuando recibi la visita del capitán de la goleta Dama Zuri, que me traía una carta de recomendación de mi amigo Recalde. La Dama Zuri era una goleta de tres palos, blanca como una gaviota y airosa como un cisne.
En el cristal del almacén, escrito con letras negras, se leía un nombre medio borrado: Fermín Itchaso. Entramos en el establecimiento el capitán de la Dama Zuri y yo. Hablé yo con un hombre joven que nos salió al encuentro, y que no comprendía el vascuence. El capitán, paisano mío, no sabía el francés, y quería entenderse directamente con el comerciante.
Dantchari, el Estudiante, desafió a echar versos a Bautista y éste aceptó el desafío. Los dos comenzaron con el estribillo: Orain esango dizut nic zuri eguia. Y la fuerza del consonante les hizo decir una porción de disparates y de astracanadas que produjeron el entusiasmo de la reunión. Ambos merecieron plácemes y aplausos.
Palabra del Dia
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