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A lo mejor se lleva uno cada chasco... ¡Cuántas veces pensamos mal de un sujeto, fundándonos en hablillas del vulgo o en cualquier dato inseguro, como por ejemplo, un pelo, un botón!... y después de mirar bien el hecho, ¿qué resulta?, que no basta para muestra un botón, que el que se cuelga de un cabello se cae; en una palabra, niña mía, que lo aparentemente deshonroso puede no serlo, y que la realidad, en vez de arrojar vergüenza sobre el sujeto, lo que hace es enaltecerlo y quizás honrarle.

Lo que sentimos vario y múltiplo, no es el yo, sino lo que sucede en el yo; pensamos, queremos, sentimos cosas diferentes: pero la conciencia nos atestigua que quien las piensa, las quiere, las siente, es uno mismo: el yo.

Luego, tratamos de buscar algo que cenar; había huevos y chocolate, y aunque un roastbeef habría venido mejor, aquello nos supo a cielo, condimentado con la salsa del Eurotas. Una vez arregladas la señora y la gente menuda, pensamos un momento en nosotros.

Usted más que yo... Si llega, no la dejaremos subir. Nos quedaremos aquí, los tres, conversando sinceramente, hasta confesar la intimidad más íntima de nuestros corazones. Le propongo una cosa que será muy original: repetirle a ella hasta la última palabra de nuestro diálogo, y después decir todo lo que pensamos y todo lo que sospechamos. Será divino.

Dió lugar, por ser mal plático, á que los capitanes se aprovechasen á su placer. Tomaba la muestra en la iglesia mayor, abiertas todas las puertas, y muchas veces de noche, y ansí, cuando pensamos llevar 15 ó 16.000 hombres, hubo pocos más de 10.000. El mismo engaño de las pagas hubo después en las raciones.

Nos parece la ambrosía de la cual hablan las mitologías antiguas. Extiéndese á nuestros pies, en la llanura, allá lejos, muy lejos, un espacio brumoso y sucio donde nada puede distinguir la mirada: aquella es la gran ciudad. Y pensamos con repugnancia en los años que hemos tenido que vivir bajo aquella nube de humo, de polvo y de alientos impuros.

La miró Sebastiana con malicia, al mismo tiempo que una sonrisa bondadosa dilataba su rostro carrilludo y cobrizo. ¿Ya tiene celos, niña?... No se ponga colorada por eso. A todas nos pasa lo mismo cuando queremos á un hombre. Lo primero que pensamos es que alguna nos lo va á quitar... Pero aquí no hay motivo. Usted es una perla, patroncita.

, orgullo, porque creaciones tan fastuosas como esta, nos inspiran el sentimiento de la emulacion, casi de la envidia. ¡Cuántos hombres no escalarían la tierra, si pudiesen, para hallar luego un trono en este palacio! Aquí pensamos en el sitio de Troya, en Aquiles y Ulises, en Hector y Eneas; aquí no pensamos en Providencia, ni los ángeles, ni en bienaventuranza.

Pensamos entonces con tristeza en cuantas cosas malas y pérfidas se hallan en esos hormigueros, en todos los vicios que fermentan bajo esa pústula casi invisible.

-Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar. Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo. Capítulo LXXIII. De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia