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El inglés entró, y a poco, cuando ya su amo estaba vestido, le trajo el . Guillermina, sirviéndole el desayuno, le decía: «Abrígate bien, que las mañanas están frescas. No sea cosa que por empezar tu vida nueva, vayas a coger una pulmonía». Mejor... me he convencido de que vivir es la mayor de las sandeces le dijo él, bajando la escalera . ¿Para qué vive uno? Para padecer.

Era una de sus divisas. ¡Oh! si la veía, la hablaba, le decía que sin ella ya no podía vivir, que venía a rondar su casa como un enamorado de veinte años platónico y romántico, que se contentaba con ver por fuera aquel paraíso.... , todas estas sandeces le diría con la elocuencia que ya se le ocurriría a su debido tiempo. El caso era que, por casualidad, estuviese en el balcón.

Después de las infinitas sandeces y extravagancias con que los del vecino imperio acostumbran á pasar ratos tan frecuentes de buen humor á costa de nuestro país, apenas se concibe que no haya habido algun escritor español que dijera de ellos tantas verdades, cuantas son las mentiras que ellos han dicho de nosotros.

-Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar. Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo. Capítulo LXXIII. De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia

-Yo así lo creo -respondió Sancho-; pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se la echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.

María Santísima era la Madre de Dios, en efecto; pero una vez que Ana volvió del campo diciendo que la Virgen, según le constaba a ella, lavaba en el río los pañales del Niño Jesús, doña Camila, indignada, exclamó: ¡Improper! ¿quién le inculcará a esta chiquilla estas sandeces del vulgo?

Y, diciendo esto, echó mano a su espada y comenzó a esgrimirla en el aire contra los molineros; los cuales, oyendo y no entendiendo aquellas sandeces, se pusieron con sus varas a detener el barco, que ya iba entrando en el raudal y canal de las ruedas.

No sirves para otra cosa que para tragarte libros impíos y repetir sandeces de filósofos contra Dios y la religión. ¡Si al menos supieras ganar dinero como tu primo Sánchez Morueta!... Aresti no quiso sufrir más. ¿Qué hacía entre aquella gente? Por más tiempo que transcurriera, por más que se mantuviese en resignada sumisión nunca llegaría á fundirse con su nueva familia.

Al cuerpecito de una niña presumida y muy ataviada lo llamó colmena de Lucifer, cuya miel endulza el veneno, y de donde salen las abejas y los zánganos de punzantes aguijones, o sea un maldito enjambre de vicios, pecados y sandeces.

Su abuelo persistía en el honrado propósito de arreglar más a justicia estas cosas, que le repugnaban; pero su esfuerzo alcanzaba a poco. Por de pronto, cada día se alejaban más de la casa de su yerno, porque cada vez le eran más insoportables «las majaderías y sandeces» que observaba en ella.