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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Jacinta fue a buscar la manta. Por el camino decía: «En Sevilla me contó que había hecho diligencias por socorrerla. Quiso verla y no pudo. Al ponerle la manta le dijo: «Abrígate bien, infame»; y a Juanito no se le ocultó la seriedad con que lo decía. Al poco rato volvió a tomar el acento mimoso: «Jacintilla, niña de mi corazón, ángel de mi vida, llégate acá.

Fernanda besó a su padre y entró en el coche. El pobre anciano, al recibir aquel beso en la mejilla, pensó que una corriente de aire frío entraba por ella paralizando sus miembros y helándole el corazón. El látigo chasquea. «Adiós, Fernanda; abrígate, Fernanda. Adiós, Santos. Que vengan ustedes prontoYa están en camino. Antes de una hora llegan a Meres, esperan la diligencia y suben en ella.

El inglés entró, y a poco, cuando ya su amo estaba vestido, le trajo el . Guillermina, sirviéndole el desayuno, le decía: «Abrígate bien, que las mañanas están frescas. No sea cosa que por empezar tu vida nueva, vayas a coger una pulmonía». Mejor... me he convencido de que vivir es la mayor de las sandeces le dijo él, bajando la escalera . ¿Para qué vive uno? Para padecer.

Aguarda, hija, aguarda un minuto nada más.... O mejor dicho, entra en la posada y siéntate.... A ver, un banco, una silla para la señorita.... Espera, Nuchiña, vengo volando. Primitivo, acompáñame . Abrígate, Nucha. Volando no, pero al cabo de media hora, volvió sin aliento. Traía del ronzal una oronda borriquilla, bien arreada, dócil y segura: la propia hacanea de la mujer del juez de Cebre.

Palabra del Dia

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