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Actualizado: 3 de junio de 2025
No te negaré yo que era algo esprit fort en su mocedad pero ya se habrá enmendado. Por lo demás, siempre fué el Comendador pundonoroso, hidalgo y bueno. ¿Qué tienes tú que decir contra su moralidad? Cállate, Valentín, que no dices más que sandeces.
Este don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades. Y, volviendo la plática a don Quijote, le dijo: -Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines?
Debiera caérsete la cara de vergüenza, ¿y vienes con arrumacos?... Me tienes tan harta, ¡tan harta! que milagro será que sufra tus sandeces mucho tiempo... El guapo se irguió entonces con arrogancia y respondió fríamente: ¿Es de veras eso? ¡Y tan de veras! exclamó ella mirándole con ojos de indignación.
Acabó la escena, como tantas otras del teatro en que se fingen estos pasajes de la vida humana, «oyéndose pasos» afuera, y saliendo nosotros, gesticulando y diciendo sandeces «para disimular, al encuentro de los que llegaban. Y puestas aquí las cosas ya, ¿qué hacer?
Para adularme y adular a mi padre, dicen hombres y mujeres que soy un real mozo, muy salado, que tengo mucho ángel, que mis ojos son muy pícaros, y otras sandeces que me afligen, disgustan y avergüenzan, a pesar de que no soy tímido y conozco las miserias y locuras de esta vida, para no escandalizarme ni asustarme de nada.
Ello sería un honor para la familia... indudablemente, pero... ofrece sus molestias.... Sobre todo, yo no sirvo para esto. Me da miedo lo sobrenatural. ¿Tendrá apariciones? Frígilis se permitía la confianza de no contestar a las que estimaba sandeces de su amigo. También él pensaba en Anita.
Mientras esto decía Salvador, le miraba Navarro con cierto asombro que no carecía de estupidez, y era que, en efecto, había meditado no pocas veces sobre aquel problema. Sin embargo, por no declarar que su sombrío interior había sido descubierto, dijo bruscamente: Pues jamás he pensado en tal cosa. ¿A qué vienen esas sandeces?
¡No necesito más! ¡La Trini! exclamó Tristán riendo también; luego añadió bajando la voz : Efectivamente... rubia con ojos negros... no es extraña la equivocación. ¡No digas sandeces, Tristán! Si tu cuñada te oyese te arrancaría los ojos. ¡Confundir una madonna de Rafael, una estatua de Praxíteles con esa moza de cántaro! Y a propósito, ¿te pega mucho Clara? ¡Todavía no! exclamó el poeta riendo.
Al finalizar cada acto, se representaba un pasillo cómico ó burlesco, en el cual aparecía el gracioso, diciendo algunas cosas buenas, entre muchas sandeces. En los entreactos había también bailes, con acompañamiento de arpa y de guitarra.
Y, volviendo a contar lo que hizo el de la Triste Figura después que se vio solo, dice la historia que, así como don Quijote acabó de dar las tumbas o vueltas, de medio abajo desnudo y de medio arriba vestido, y que vio que Sancho se había ido sin querer aguardar a ver más sandeces, se subió sobre una punta de una alta peña y allí tornó a pensar lo que otras muchas veces había pensado, sin haberse jamás resuelto en ello.
Palabra del Dia
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