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La actriz inglesa Cristina Nilsson, dice: «No son artistas los que pretenden ignorar esa hiperestesia dolorosa que precede á los «débuts». Son contados los artistas que, como el malogrado Antonio Perrín, conservan, en medio de la sobresaltada emoción general, el amistoso buen humor de su sangre fría. Vico, en los entreactos, permanecía absorto. María Tubau rehuye toda conversación.

La sociedad de la Gorgheggi las enorgullecía, como a la Valcárcel, y el respeto con que todos las trataban en el escenario y en el cuarto de la cantante, también las halagaba mucho. Serafina estaba en sus glorias, viéndose admirada y considerada por aquellas jóvenes de la aristocracia, cuyos finos modales y hasta el luto que vestían daban dignidad y nobleza a su tertulia de los entreactos.

El teatro de Milianah no es otra cosa que un antiguo almacén de forrajes, transformado bien o mal en sala de espectáculos. Enormes quinqués que se llenan de aceite durante los entreactos, hacen oficio de arañas. La cazuela está de pie, la orquesta en bancos. Las galerías están muy orgullosas porque tienen sillas de paja... Rodea a la sala un largo pasillo, obscuro, sin entarimar.

Llegó el sábado; fijáronse en las esquinas los carteles teatrales, leyolos, calculó cuál sería la función más larga, y vio que en la Zarzuela representaban un melodrama en cinco actos, seguido de sainete; es decir, cinco entreactos, que era lo que a él le interesaba.

Por fin, ha llegado la noche: merced a los anuncios de los periódicos y de los carteles, en los cuales se previene al público que si se tarda en los entreactos es porque hay que hacer, y que como la función es larga, no admite intermedio ni sainete; merced a estas inocentes estratagemas, se acaban los billetes al momento, y a la tarde están a dos, tres duros las lunetas.

En el teatro, el general se viene a nuestro palco y está con nosotras un entreacto y un acto entero y a veces hasta dos entreactos. Dice una chuscada; eso , limpia siempre y sin olorcillo de cuartel, y mamá se destornilla de risa. Mamá se entusiasma en el Real con la misma música con que el general se entusiasma.

El príncipe las leyó sin curiosidad. «Nada; lo de siempre. Sigue la monótona guerra de trincheras. El terreno ganado ó perdido á metros. Esto no acabará nunca...» Se deslizó entre los grupos que paseaban durante los entreactos, evitando que le viese el coronel. ¡Pobre Toledo! Iba gravemente orgulloso al lado de aquella protegida que podía ser su nieta.

En los bailes de Carnaval había conocido a Fernando, un teniente de artillería, esbelto, con cintura de señorita, que en el teatro, durante los entreactos, rondaba por cerca de sus butacas buscando ocasión de saludarla con gracia marcial que encantaba a Amparito.

Allí lo tenía a su lado en todos los entreactos. No podía bajar la vista a sus gemelos ornados de una corona ducal sin sentirse agitada por un estremecimiento de placer, de anhelo y de veneración al mismo tiempo.

A Villa y al duque les caía en más gracia que a . Cierta noche le tropecé en el teatro. Hablamos en los entreactos y me citó para irnos a beber a la salida unas cañas. Gloria no asistía al teatro por ciertos miramientos bien comprensibles. Me encontraba libre, y acepté con gusto su oferta.