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Actualizado: 20 de septiembre de 2024
Tal era, en tiempo de nuestros antepasados, la imagen que les presentaba la montaña cargada de hielo: los tataranietos de nuestros hijos, que vivan en la indefinida lontananza de los siglos, verán cuadros completamente distintos. Tal vez entonces, completamente fundido el ventisquero, corra en su lugar arroyuelo humilde, ni que quede otra huella de aquél que una ligera convexidad del terreno.
El las riega en la estación más temible por la sequía, las renueva con aluviones de tierra vegetal fresca aún y con todos sus elementos de nutrición química. El ventisquero es en realidad un lago, un mar de agua dulce que contiene billones de metros cúbicos; pero ese lago, suspendido en las laderas de los montes, se vierte lentamente y como con medida.
Digno es de los ciertamente el animoso sabio que baja á las profundidades del ventisquero para estudiar sus estrías, las burbujas del aire, los cristales, pero bastantes cosas podemos contemplar en la superficie; muchas encantadoras particularidades podemos sorprender; muchas leyes se revelarán á nuestros ojos si sabemos mirar.
Hay que sostenerse muchas veces en una pendiente de nieve helada, en la cual un paso mal dado cuesta la caída al precipicio. Otras veces hay que arrastrarse por un ventisquero, agarrándose á una aspereza de la nieve que, si se rompe, ocasiona el desplome en una sima, cuyo fondo no se ve.
El agua, blanquecina ó lechosa por las innumerables moléculas de roca triturada que lleva en suspensión, no es más que el mismo ventisquero, que ha pasado súbitamente al estado líquido.
Cuando se ha adquirido intimidad con el ventisquero por largas exploraciones y se conocen los ligeros cambios de su superficie, es delicioso y gratísimo recorrerlo en un hermoso día de verano. El calor del sol le ha devuelto el movimiento y la voz.
Cuando después, y bajo la influencia de más benigna temperatura de inviernos menos pródigos en nieve se funda el ventisquero en toda su parte inferior dejando vacíos la oquedad de roca que le servía de cauce, el hacinamiento de peñascos, libre de la presión que le empujaba hacia adelante, quedará aislado á cierta distancia del ventisquero; detrás de él se verá la piedra desnuda, lisa, cepillada por el enorme peso que recientemente la cubría y sembrada en algunos sitios del barro rojizo producido por los guijarros y el casquijo que se estrellaron en ella.
En primavera, cada quebrada pone de manifiesto ese trabajo destructor: nieves, rocas y aguas bajan de las cimas en aludes, derrumbamientos y cascadas, encaminándose á la llanura. #El ventisquero#
Llevan á la llanura, lo mismo que los aludes, los escombros de las derrumbadas montañas, sin violencia, con paciente esfuerzo de todos los instantes. La obra del ventisquero, tan difícil de apreciar en su secreta continuidad, aunque vastísima en sus resultados, empieza en la cumbre de la montaña, en la superficie de las capas níveas.
Pero esos sucesos son raros y hasta se hacen imposibles para lo porvenir en los países civilizados, porque las amenazadas poblaciones cuidan de precaver el peligro abriendo subterráneos de desahogo para los depósitos lacustres que se forman detrás de un dique movible de hielo ó de piedra. Previstos así sus desmanes, el ventisquero es un bienhechor de las regiones que han de recorrer sus aguas.
Palabra del Dia
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