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Actualizado: 11 de junio de 2025
Omito la relación de todos los acontecimientos de este período, que no dejarían escuchar los sollozos y gritos de las mujeres amenazadas de ir al banquillo y de ser azotadas: dos o tres fusilados, cuatro o cinco azotados, una u otra señora condenada a hacer de comer a los soldados, y otras violencias sin nombre. Pero hubo un día de terror glacial que no debo pasar en silencio.
«En los hospitales decía , en esos libros dolientes es donde se aprende. Allí está la teoría unida a la experiencia por el lazo del dolor. El hospital es un museo de síntomas, un riquísimo atlas de casos, todo palpitante, todo vivo. Lo que falta a un enfermo le sobra a otro, y entre todos forman un cuerpo de doctrina. Allí se estudian mil especies de vidas amenazadas y mil categorías de muertes.
Pero esos sucesos son raros y hasta se hacen imposibles para lo porvenir en los países civilizados, porque las amenazadas poblaciones cuidan de precaver el peligro abriendo subterráneos de desahogo para los depósitos lacustres que se forman detrás de un dique movible de hielo ó de piedra. Previstos así sus desmanes, el ventisquero es un bienhechor de las regiones que han de recorrer sus aguas.
En 1793 mi padre murió y yo heredé, aunque muy joven, la confianza que los Champcey habían depositado en él. Hacia el fin de este funesto año, las Antillas francesas fueron tomadas por los ingleses, ó les fueron entregadas por los colonos insurgentes. Un gran número de colonos franceses esparcidos en las Antillas, habían llegado á realizar sus fortunas, amenazadas á cada instante.
Todos nos sentíamos consternados, y la Reina más que todos: adoraba a su esposo, de quien veía amenazadas la razón y la vida con aquella negra enfermedad, y no sabía de qué medio valerse para librarle de la muerte, cuando pensó en Farinelli, cuya voz, se decía, obraba milagros. La Reina rogó al cantante que viniese a Madrid, y le colocó en una habitación contigua a la del Rey.
Lóndres, en 1856, ha dado al mundo un espectáculo repugnante: la propiedad y la vida amenazadas é inseguras; los ciudadanos, en medio de las calles, apaleados; los robos y los insultos hechos de dia en medio de la metrópoli; los caminos todos de los alrededores de Lóndres cubiertos de mendigos, que se ocupaban en acometer y maltratar á las mujeres desvalidas.
Descartado el personal y hecho el arreglo, le quedaba el epílogo en que es de ene que todas y todos convertidos al cristianismo se casen en paz y en gracia de Dios, con arreglo á su clase, uniéndose los reyes con reinas, y las princesas con príncipes, y una vez atados con el santo yugo se adelantan al público y ejecutan una especie de loa en obsequio al Alcalde, al Cura y al Gobernadorcillo, y como los nombres y circunstancias de los actuales señores no eran los mismos, ni las mismas que las del original, cuyos individuos hacía muchos años habían muerto, de aquí que mi pobre Directorcillo menudease las consultas con el maestro, y se rascase varias veces todo lo rascable hasta encontrar un centenar de consonantes para aliñar una veintena de quintillas, que gracias á que el Alcalde no entiende el bicol, y el Cura no asiste al espectáculo, que á no suceder lo primero ó lo segundo estarían muy seriamente amenazadas las costillas del Director coplero.
Eso es. ¡A la derecha!... Ahora siempre de frente. Habían llegado al puerto, y Gillespie, marchando por una avenida exterior de la ciudad, avanzó hacia la colina en cuya cúspide se elevaba su antigua vivienda. Las gentes del puerto, que estaban ayudando al embarque de material de guerra para las islas amenazadas de sublevación, se esparcieron por las calles gritando la terrible noticia.
Pues bien: en las mujeres, esta especie de nostalgia hereditaria crea y fomenta los más quiméricos sinsabores, sin que ellas mismas se lo figuren, y yo apostaría cualquier cosa á que la síntesis de su pena es la siguiente: Echar de menos los gloriosos tiempos de la Conquista, en que el amor podía servir de corona al heroísmo, y envidiar simultáneamente la ventura de las Princesas árabes que conspiraban con los Caudillos cristianos en el Albaicín contra la corte de la Alhambra, y la felicidad de las ricas-hembras de Castilla que recorrían á caballo las vegas de Santafé y de la Zubia tras la hacanea de Isabel la Católica, escoltadas y servidas por la flor de la caballería cristiana y amenazadas de cautiverio por la flor de la caballería mora.....
Amantes del trabajo y muy hábiles en todas las manipulaciones, el vascongado y el navarro cambian con la mayor felicidad la azada y el martillo por el fusil, si ven sus libertades ó franquicias seriamente amenazadas. Allí nadie se preocupa preferentemente con la situacion política de la nacion: la cuestion principal es la libertad personal, en armonia con el interes del distrito.
Palabra del Dia
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