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Como se ve, aquel Directorcillo presiente el porvenir de los Bufos en el extremo Oriente. Para las tres princesas no hubo dificultad alguna, en que lo fueran Momay, Ganday y Gisan. En la elección de las cinco señoras supe se había tenido un especial cuidado en escoger dalagas de lo más mabansay del pueblo.

Si llego á denunciar al Alcalde que en una de las quintillas lo habían comparado con el apóstol Santiago, y si hubiese llegado á oídos del cura, que en otros cinco que se titulaban versos, lo llamaban hermosísimo pastor, de seguro va á la cárcel el Directorcillo. ¿Y la magia? ¿Y la derramita? dirán mis lectores.

El Directorcillo tuvo que vencer sin embargo varios inconvenientes, pues la comedia tenía tres majestades femeninas y cinco princesas, y como solo podía disponer de dos de las primeras y tres de las segundas, de aquí que el hombre tuvo que comerse por buen componer unos cinco mil versos y sustituir no pocos nombres con otros.

Para el primer cargo se nombró al Juez mayor de policía, cuya obligación se reducía nada más que á construir teatro, adornarlo, iluminarlo y darlo listo: la magia quedó al cuidado de la experiencia del vacunadorcillo y el proporcionar comedia fué encargo que se hizo al Directorcillo, á quien por un favor especial se le agregó el maestro, sin duda para que en sus conocimientos de letras llevase la censura y corrección de la obra.

En cuanto á la obra, el Directorcillo se había hecho con una antigua comedia de magia, que según todos los que la conocían sobrepujaba á la del célebre D. Teñoso ó á la casi inmortal de Los guantes amarillos.

Para la mora hubo un poco de discusión, opinando unos que Acay era más á propósito que Beten y otros lo contrario, pero la opinión se decidió por la última, ante la justa observación del Directorcillo, quien dijo que la mora tenía que ponerse calzoncillos muy cortos y las pantorrillas de Acay eran muy delgadas.

Descartado el personal y hecho el arreglo, le quedaba el epílogo en que es de ene que todas y todos convertidos al cristianismo se casen en paz y en gracia de Dios, con arreglo á su clase, uniéndose los reyes con reinas, y las princesas con príncipes, y una vez atados con el santo yugo se adelantan al público y ejecutan una especie de loa en obsequio al Alcalde, al Cura y al Gobernadorcillo, y como los nombres y circunstancias de los actuales señores no eran los mismos, ni las mismas que las del original, cuyos individuos hacía muchos años habían muerto, de aquí que mi pobre Directorcillo menudease las consultas con el maestro, y se rascase varias veces todo lo rascable hasta encontrar un centenar de consonantes para aliñar una veintena de quintillas, que gracias á que el Alcalde no entiende el bicol, y el Cura no asiste al espectáculo, que á no suceder lo primero ó lo segundo estarían muy seriamente amenazadas las costillas del Director coplero.

Esto no será muy bonito, pero es tan noble y distintivo que guay del plebeyo que sin haber sido siquiera directorcillo ó juez de sementeras, osara profanar aquella parodia de frac, que tiene por faldones faldamentos. No queremos se nos olvide decir que la camisa oficial es blanca y la chaqueta negra.