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Actualizado: 15 de julio de 2025


Todos aquellos hombres de levita y guantes negros se postrarían delante de como ante un Cristo, un Mahoma o un Buda, si yo arrojase sobre ellos un puñado de cheques de mis ciento veinte millones de pesetas sobre los principales Bancos de Europa.

Y por el rostro de aquel hombre, que no parecía sensible más que a los cheques y talones, rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos. Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la mano dijo: ¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!

Que el aventurero estaba en comunicación secreta con Mabel lo probaba el hecho de que ciertos cheques firmados por ella habían pasado por sus manos para ir al Banco; sin embargo, aun cuando parezca muy extraño, aparentaba completa ignorancia al respecto y declaraba no saber dónde se encontraba.

Además, todos los pagos habían sido hechos por medio de cheques, cobrados por la misma duquesa. Un verdadera insolente tu administrador... El otro día te vi en el Casino; te vi de espaldas, cuando huías de la gente. Me diste miedo: me imaginé en aquel momento que eras otro, muy diferente del que yo conocí, y que nunca nos entenderíamos.

Además de la administración de Reynoso y Escudero tenía alguna otra y se ocupaba en negocios como agente privado. Menos a la Bolsa, a todas partes se hacía acompañar por su esposa que estaba ya enterada de bonos, pagarés, cheques, talones y resguardos como un consumado zurupeto.

Ya ni me acuerdo; sólo que llevaba mis bolsillos llenos de cheques en blanco, por prevención para responder en caso de apuro. ¡Y no me vinieron mal los cheques!... Además, nadie me apuraba. Mis «partners» eran mis amigos y conocían mi honestidad. El dinero ganado no les producía el menor gusto por mismo, sino por el triunfo que representaba.

Como tampoco me conmoví, fué sacando cheques de todos los bolsillos: diez millones, quince... cuarenta...

Como el muerto había manifestado el deseo de que, por entonces, Mabel ignorase la realidad, no le avisamos el trágico y doloroso suceso. La curiosidad nos hizo volver pronto al hotel y subir a la habitación del muerto, para examinar el contenido de su maleta y pequeña valija, pero, fuera de sus ropas, un libro de cheques y unas diez libras esterlinas en oro, no encontramos nada.

Aquí están los primeros cheques sobre Bhering and Brothers de Londres... Letras a treinta días sobre Rothschild. A este nombre, resonante como el mismo oro, salté velozmente del lecho. ¿Qué es eso, señor? grité.

Ocultándose de Salvatti, que al verse en decadencia era terriblemente avaro, Leonora envió a su padre algunos centenares de francos desde Londres y desde Nápoles. El doctor devolvió los cheques a su procedencia sin añadir una palabra, a pesar de hallarse en la miseria. Entonces Leonora envió todos los meses algún dinero a la vieja bailarina, encargándola que no abandonase a su padre.

Palabra del Dia

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