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Otros dos disparos partieron de la casa del guardabosque, llevándose un jirón de los andrajos del loco, que prosiguió su carrera, repitiendo los hurras con ronca voz y subiendo por el sendero que habían seguido sus camaradas. Toda aquella visión desapareció como un sueño. Entonces Luisa se volvió. Catalina estaba de pie a su lado, no menos estupefacta y no menos atenta que ella.

Los viejos trabucos cargados hasta la boca, tronaban con fogonazos que quitaban la vista, chamuscando a los más cercanos; disparábanse los pistolones de arzón entre las piernas de los fieles; repetían sus secas detonaciones las escopetas de fabricación moderna, y la muchedumbre aficionada a correr la pólvora, arremolinábase gesticulante y ronca, enardecida por el excitante humo mezclado con la humedad de la lluvia y por la presencia de aquella imagen de bronce, cuya cara redonda y bondadosa de frailecillo sano, parecía adquirir palpitaciones de vida a la luz de las antorchas.

Ella, puesta las rodillas en el suelo, con voz antes basta y ronca que sutil y dilicada, dijo: -Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía a este su criado; digo, a esta su criada, porque, según soy de dolorida, no acertaré a responder a lo que debo, a causa que mi estraña y jamás vista desdicha me ha llevado el entendimiento no adónde, y debe de ser muy lejos, pues cuanto más le busco menos le hallo.

La sirvienta lo levantó, pero en seguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban. ¿Qué hay? murmuró con la voz ronca. Pesa mucho articuló la sirvienta, sin dejar de temblar. Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo.

La tapada adelantó rápidamente, atravesó la puerta por donde penetraba el reflejo de la luz, y luego Montiño oyó el ruido de dos llaves en dos puertas distintas. Luego la dama se asomó á la segunda puerta, y dijo: Pasad, caballero. Montiño pasó. Y entonces, por la parte de afuera de la puerta, se oyó una voz ronca que dijo: ¿Quién será ese hombre con quien ella se encierra?

Os doy las gracias le dijo , por lo honrado que habéis sido; me habéis salvado, después de haberme perdido, y os perdono enteramente. Existiendo lo que entre los dos existe, ¿no podré saber quién sois? No contestó con voz ronca el duque. No insisto; pero juradme que nada tengo que temer por mi hijo. El será grande y noble. Oíd; yo quiero alguna vez conocerle. No es prudente.

Ya mi tío estaba tal, que alargando la mano y asiendo una, dijo con la voz algo áspera y ronca, el un ojo medio acostado y el otro nadando en mosto: -Sobrino, por este pan de Dios que crió a su imagen y semejanza, que no he comido en mi vida mejor carne tinta.

«¡Lugarejo, dos minutosgritó una voz rápida y ronca. Don Víctor asomó la cabeza por la ventanilla. La estación, triste cabaña muy pintada de chocolate y muerta de frío, estaba al alcance de su mano o poco más distante. Sobre la puerta, asomada a una ventana una mujer rubia, como de treinta años, daba de mamar a un niño. «Es la mujer del jefe. Viven en este desierto.

Llegó su turno al Cigarrero: avanzó gravemente hacia la presidencia, se quitó la montera y dijo con voz ronca unas cuantas palabras que nadie pudo entender; después se fue derecho al toro, que tenía marcadas tendencias a huirse. Persiguiole infructuosamente algún tiempo en medio de la curiosidad expectante de la plaza.

Señor alcalde dijo en aquel punto el hombre que guiaba á Quevedo : aquí tiene vuestra merced al preso. ¿Sois vos don Francisco? dijo la voz ronca y tiesa, por decirlo así, del licenciado Sarmiento. Yo soy, á menos que no me equivoque, amigo. Entrad en esa litera. Pónganme junto á ella; pero ya la topo; adentro voy; buenas noches y buen viaje. ¡Si sois vos el que os vais!