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Que no lo vea nadie cuando entremos». ¿Qué significaban estos tapujos? ¡Introducir un Belén cual si fuera matute! Y como expertísimo contrabandista, hizo Plácido su alijo con admirable limpieza. La señora lo tomó de sus manos, y llevándolo a su alcoba con minuciosas precauciones para que de nadie fuera visto, lo escondió, bien cubierto con un pañuelo, en la tabla superior de su armario de luna.

Cálmate. No llegará el caso de que nos pesque, porque vamos a curarnos en salud. ¿Tapujos? No, hija, sino la gran comodidad para pasar unas horitas como unos marqueses, sin que lo sepa nadie. ¡Verás qué gabinete! Nos citamos, entramos con cinco minutos de diferencia: yo primero, en seguida, y al salir lo mismo. Cuando veas el cuarto, querrás quedarte allí. ¿Puesto con lujo?

Lo cierto es que ha pedido salir del convento con gran regocijo de sus parientes, y ahora marchan todos a Madrid para las diligencias de la legitimación, porque ya sabes que... : yo había entendido que esa joven era hija de la Sra. Condesa. ¡Calla, deslenguado procaz! ¿Qué has dicho? La Sra. Condesa, prima de mi señora, ¿había de tener semejantes tapujos?

Una noche conocí a Wagner, pero sin tapujos, como quien dice en su propia salsa. Vestido con ropas de un violinista amigo que algunas veces toca en las fiestas de Toledo, La Walkyria en el paraíso del Real. Otra noche asistí a un concierto. La gran noche, Gabriel, ¡como quien dice nada! La Novena Sinfonía de este tío feo, de este sordo mal genio que está escuchándonos.

Comprendo tu odio: no puedes olvidar el torpedeamiento del Californian... Pero debías haber denunciado á Von Kramer anónimamente, sin que él supiese de quién partía la acusación... Has procedido como un loco, como un meridional; eres un carácter arrebatado que no teme el mañana. Ulises hizo un gesto de desprecio. El no gustaba de tapujos y traiciones: su procedimiento era el mejor.

Razón tenía yo pa maliciarme que iba usted a meternos en un lío gordo. Cuenta, cuenta. ¿Qué ha pasado? Dímelo todo; ya sabes que tu señorito soy yo. ¿Lo que ha pasado? La mar de lágrimas. Cuando el otro día golví a casa con la tarjeta de usted, me dije: «Suceda lo que quiera, no ando con tapujos»; y se la di como si fuera cosa corriente.

¿Qué hay? murmuré con voz desfallecida. Gloria está ya en su casa. Creí que me caía. Tardé algunos segundos en contestar. ¿Cómo? ¿En su casa? ¿Desde cuándo? En aquel instante, Joaquinita, ¡maldita sea su estampa!, se llegó a nosotros con sonrisa picante. Pero ¿qué tapujos traen ustedes? ¿Contra quién se conspira? Yo no pude reprimirme un gesto de impaciencia.

Se impacientó Jaime ante el aire misterioso y las palabras confusas del muchacho. ¡Para qué tapujos!... ¡Habla! El Capellanet expuso al fin sus sospechas. Ya podía el herrero hacer lo que quisiera contra don Jaime: podía esperarle emboscado en los tamariscos al pie de la torre y matarlo de un tiro.

Si lo estoy, mi locura no tiene remedio. Oíd, prenda de mi alma. Ya que os decidís á todo, unámonos. Me importa poco si á vos os importa menos; podrá ser cuando más asunto de estocadas, y yo no soy miserable de ellas. En vez de tapujos y encierros, entraréme yo á la luz del sol en vuestra casa... y así os habréis vengado de don Fernando de Castro, que os ofendió casándose con vos.

MILAGROS. Muy bajo, con tirantes sujetos a los hombros por medio de lazos... Pero cuidado: estos lazos no tienen caídas... ¡La camiseta es de una novedad...!, de seda bullonada con cintas estrechitas de terciopelo pasadas entre puntos. Las mangas largas... Son un suplicio estos tapujos... Ay, amiga, su marido de usted parece la Aduana, por lo que persigue los trapos... Escondamos el contrabando.