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Hablaban, discutían, consultando a Luna para que esclareciese sus confusas ideas, y sobre la voz de los hombres resaltaba el repiqueteo de la máquina de coser, siempre en actividad, como un eco del universal trabajo que agitaba al mundo, mientras la calma de la nada esparcía su silencio por las entrañas de piedra del templo.

Al verte por vez primera, recordé tu rostro y columbré su semejanza en la nebulosa lejanía de tiempos pasados. Reminiscencias confusas de una vida anterior se despertaron en mi alma. En tierras muy remotas, nacida yo en humilde, en casi vil condición, te había amado y había sido tuya. ¡ te avergonzabas de , cruel! me abandonaste. Morir fue mi sino, pero no quise morir desesperada.

La única de la época de Don Juan II, que merece mención bajo este aspecto, es la Comedieta de Ponza, del marqués de Santillana . Su título, al menos, parece indicar un drama, aunque no se sepa con certeza la significación, que le dió su autor, pues de su dedicatoria á Doña Violante de Prados, condesa de Módica y Cabrera, sólo se deduce que eran harto confusas y embrolladas sus nociones acerca de los diversos géneros de poesía.

Como todos los que viven en incesante peligro, Robledo empezó á sentirse supersticioso, recomendándose en su interior á varias divinidades confusas y omnipotentes que podían realizar un milagro. «Si conseguimos pasar el invierno pensaba sin que esto se rompa, ¡qué felicidad

En el ruido de las aguas al tragarse a Juanillo creyó oír éste un grito, palabras algo confusas; tal vez el viejo timonel que gritaba: «¡Hombre al aguaBajó mucho, ¡mucho! atolondrado por el golpe, por lo inesperado de la caída; pero antes de darse cuenta exacta de ello viose otra vez en la superficie del mar braceando, absorbiendo con furia el fresco viento... ¿Y la barca? No la vio ya.

Estaba loco: todo aquello eran filosofías alemanas, monsergas confusas que habían inventado los impíos para ocultar su maldad, cuando tan claro y sencillo era creer en Dios y seguir lo que la Iglesia enseña. ¡Ay, si estuviera presente el Padre Paulí, que tan soberanas palizas soltaba desde el púlpito á los filósofos!...

Mis pies se paran por mismos como si a cada instante se clavaran en el suelo, delante de los añosos árboles aislados por el lindero del bosque, debajo de los cuales, por casualidad o por costumbre, se reunían de ordinario los ancianos, las madres, los niños, parientes y amigos, cuyas voces creo oír aún, confusas, tiernas o infantiles entre el murmullo ya sordo, ya argentino del arroyo inmediato. ¡Ay de ! no volverán a sentarse en estas raíces, pero han dejado tal multitud de recuerdos, que hay momentos en que me parece que sólo están alejados de algunos pasos, que he equivocado el árbol o el claro del bosque para reunirme con ellos, y que voy a verles y oírles al doblar la senda.

Voy a escudriñar en el abismo más hondo de mi mente; voy a buscar allí y a hacerte patentes mis más ocultos pensamientos; las ideas vagas y confusas de que yo misma no me he dado cuenta hasta ahora. , Beatriz. Digo que nunca amé de amor sino a mi marido; que no creo haberle faltado una sola vez, ni con el más fugaz pensamiento, ni con el más efímero deseo mal nacido.

Estas impresiones, que son las primeras que tuve en Buenos Aires, puede decirse, las tengo presentes, y las siento como si fueran de ayer; veo aún las escenas y las cosas, tal como se presentaron a , así en tropel, medio confusas, informes, barajándose de una manera infernal, figuras, espectáculos, diálogos, ruidos y hasta aire de personas absolutamente desconocidas, que yo encontraba en la calle o veía en las antesalas del Ministerio en las horas de facción.

Desde muy niño, desde el albor de su vida, de que no tenía sino muy confusas memorias, se había criado en el castillo del terrible D. Fruela, poderoso magnate de la montaña. El castillo estaba en una altura muy cerca de la costa.