Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de mayo de 2025
El público en masa se había puesto de pie, braceando y gritando. ¡Un toro manso! ¡Qué abominación!... Volvíanse todos hacia la presidencia bramando su protesta: «¡Señor presidente! Aquello no podía consentirse.» De algunos tendidos comenzó a salir un coro de voces que repetían las mismas palabras con monótona entonación: ¡Fuego!... ¡fueeego! El presidente parecía dudar.
Cedí y ordené a Sa-Tó que fuese a proponer a la turba una copiosa distribución de oro, si ella consentía en regresar a sus casas y respetar en nosotros a los huéspedes enviados por Buda. Sa-Tó subió a la escalera de la galería, todo tembloroso, y empezó a arengar a la multitud, braceando, lanzando las palabras con la violencia de un can que ladra.
Ella se había visto con su traje de baño, sin mangas, braceando en el río, a la sombra de avellanos y nogales, y en la orilla estaba el Magistral con su roquete blanquísimo, de rodillas, pidiéndole, con las manos juntas, que no arrojase la pepita de oro. La elocuencia era aquello, hablar así, que se viera lo que se decía.
Pareció que se derrumbaba la plaza, que los ladrillos chocaban unos con otros, que la multitud iba a huir presa de pánico, según se ponía en pie, pálida, trémula, gesticulando y braceando. ¡Muerto!... ¡Qué estocada!
La tarea, seria ya con día fresco, era muy dura a esa hora. Míster Jones lo atravesó, sin embargo, braceando entre la paja restallante y polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado de fatiga y acres vahos de nitratos. Salió por fin y se detuvo en la linde; pero era imposible permanecer quieto bajo ese sol y ese cansancio; marchó de nuevo.
Le acometió, de pronto, un mareo y cayó de la silla, presa de un ataque de epilepsia; revolcábase en el suelo, echando espumarajos, dando alaridos, braceando y pataleando. Rodeáronle y quisieron llevársele, pero no fué posible, y hubo que esperar a que la terrible crisis pasara; más calmado, derramó abundantes lágrimas.
Siempre que Jaramillo se lanzaba a nadar, Morales, por un recuerdo de su antigua amistad, le hacía la misma recomendación: ¡Cuidado con «el Tatita»! El otro se alejaba, braceando alegremente, hacia el centro del río, en busca de las aguas profundas. ¡El cuidado que podía inspirarle un yacaré más viejo que las Américas!...
¡No ocurrírsele nunca asomar la cabeza fuera de Palma para ver el campo, de un verde tierno, con sus acequias susurrantes; el cielo, de suave azul, en el que flotaban islotes de blancos vellones; las colinas, de un verde obscuro, con sus molinillos de viento braceando en la cumbre; las sierras abruptas, de color de rosa, cerrando el fondo; todo el paisaje risueño y rumoroso que había asombrado a los navegantes antiguos, haciéndoles llamar a Mallorca la isla Afortunada!... Cuando, gracias a su casamiento, adquiriese una fortuna y pudiera rescatar el hermoso predio de Son Febrer, pasaría en él la mayor parte del año, lo mismo que sus ascendientes, haciendo la vida rústica y benéfica de un gran señor, dadivoso y respetado.
En el ruido de las aguas al tragarse a Juanillo creyó oír éste un grito, palabras algo confusas; tal vez el viejo timonel que gritaba: «¡Hombre al agua!» Bajó mucho, ¡mucho! atolondrado por el golpe, por lo inesperado de la caída; pero antes de darse cuenta exacta de ello viose otra vez en la superficie del mar braceando, absorbiendo con furia el fresco viento... ¿Y la barca? No la vio ya.
Preséntele usted con toda la negra realidad de la vida, braceando en este océano de cieno, sin poder flotar, y ahogándose, ahogándose, ahogándose.... Pero, eso sí, déjele usted que se enamore con hidrofobia de la dama de enfrente, porque en ese gran recurso dramático ha de cimentarse todo el edificio novelesco.
Palabra del Dia
Otros Mirando