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Al día siguiente, la historia de la cadina correría por París entero, justificando gloriosamente su fuga de Constantinopla, y rodeándole a él de la aureola de lo novelesco, de lo absurdo, de lo imposible; pedestal el más alto sobre que suele colocar sus ídolos de un día el público de papanatas ilustres, que anda a caza de novedades y cuentos.

Usted es una persona decente que ha venido á menos, y tiene todo el aquél de mujer fina, como hija neta de marqueses.... Bien lo ... y que le quitaron la posición que le corresponde esos pillos de la curia.... ¡Ay, Jesús! exclamó Isidora, exhalando en un suspiro todas las remembranzas tristes y alegres de su novelesco pasado. No hablemos de eso.... Pongámonos en la realidad.

El otro, apasionado, voluptuoso, novelesco, que da á la vida el rudo interés de los conflictos y los contrastes, le había dejado sin deseos de recomenzar.

Su temprana afición a observar los aspectos más pintorescos de la vida le encaminó por el doble sendero del periodismo y de la investigación policial. Así, entre cuartilla y cuartilla, llegó a ocupar el puesto de Comisario de Pesquisas en la Policía de Buenos Aires, que tanto se adaptaba a las modalidades de su espíritu curioso y novelesco.

Además, le sedujo al principio lo novelesco del trabajo, las aventuras de las misiones arriesgadas, la orgullosa consideración de que con sus espionajes tejía la trama del porvenir, preparando la historia futura. También aquí había tropezado desde los primeros pasos con la esclavitud sexual.

En la noche de aquel día, Octavio, un tanto preocupado con la aventura de la flor, que le dejara en la boca cierto sabor novelesco muy de su gusto, fué de tertulia á la tienda de D. Marcelino, donde casi nunca ponía los pies. Apenas le vió la niña, se dió á correr por las escaleras arriba como una cierva huída, y no pareció en toda la noche. Otro tanto sucedió en las tres ó cuatro siguientes.

Pasamos muchas calles, muchas plazas, muchas travesías, muchas callejuelas, que no parecen de Paris, y al atravesar la calle del famoso y novelesco Temple, presenciamos, á despecho nuestro, una escena muy fea y muy repugnante. ¡El egoismo es la más voraz de todas las fieras, el más rastrero de todos los reptiles, el más asqueroso de todos los insectos!

La moda había traído profesores del otro lado del mar, compadritos de los arrabales de Buenos Aires, orgullosos y confusos al verse aclamados lo mismo que un tenor de fama ó un conferencista. Pero sobre estos bailarines de una vulgaridad originaria y que se hacían pagar, triunfaba Julio Desnoyers. Los incidentes de su vida anterior eran comentados por las mujeres como hazañas de galán novelesco.

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso, dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que mueve a pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifa de las horas. Madrid, 1891. Capítulo I

El general Ortega era un iluso, al que recibía doña Juana con novelesco misterio, vestida de blanco en un salón casi a obscuras, hablándole con voz dulce de ultratumba, como si fuese el ángel del pasado, de la necesidad de volver España a sus antiguas costumbres, barriendo a los liberales y restableciendo el gobierno de los caballeros. «¡Por Dios y por el Rey!...» Ortega fue fusilado en la costa de Cataluña al fracasar su desembarco carlista, y «la Papisa» se quedó en Mallorca, pronta a dar su dinero para nuevas empresas santas.