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Al fin se quitaron la máscara el día 1.º de Octubre, y muertos á traición doce cristianos, un infame cacique asió de la garganta al santo hermano y con el filo de una pesada macana le partió la cabeza, despojóle después bárbaramente, y de miedo de que no viniesen sobre ellos á vengar aquella muerte los Chiquitos, se huyeron todos juntos, sin saberse dónde.

Los dos hombres armados, al oir que se entendían en una lengua que ellos no comprendían, entraron en sospechas. ¿Qué habláis? dijo uno, retrocediendo y preparando el fusil. No tuvo tiempo de hacer nada, porque Martín le dió un garrotazo en el hombro y le hizo tirar el fusil al suelo, Bautista y el extranjero forcejearon con el otro y le quitaron el arma y los cartuchos.

Un extraño temblor le hizo dar diente con diente; sintió la frente bañada por un sudor frío; se le turbó repentinamente la vista, y cayó al suelo sin conocimiento. Cuando lo recobró, estaba en brazos del sacristán y dos o tres labriegos que por allí andaban. Le habían bañado la cara con agua fría, le abrieron la sotana y le quitaron el alzacuello. Uno le echaba el humo del cigarro a la nariz.

Cabal, cabal decía , nada he perdido; ni un maravedí; mi mujer no me ha engañado; había puesto á cubierto mi dinero, y el señor Gabriel Cornejo es un hombre de bien. Mis treinta mil ducados están aquí... completos, justos. Sólo he perdido el dinero que llevaba en el bolsillo y que me quitaron los alguaciles. Pero lo doy por bien empleado y más que hubiera sido.

Cuéntame qué ha sido, ¿quién ha sido? ¿Y tu niño, nuestro niño, dónde está? ¿Te lo quitaron?... Llame usted al médico indicó Plácido con ira . ¿Dónde vive? Yo le avisaré... Y no se cuide del niño, que está mejor que quiere, y nada le falta. ¿Pero dónde está?... D. Plácido, D. Plácido exclamó Segunda, descompuesta y furiosa ; me parece que va usted a ir al palo... Voy a dar parte a la justicia.

Aquella noche doña Feliciana echó sus cuentas y resolvió que, apenas amaneciese Dios, debía depositar su dinero y alhajas en casa de un comerciante de proverbial honradez. Pero sus celosas cavilaciones por un lado, y por otro sus cálculos rentísticos, la quitaron el sueño, y en ello tuvo no poca ventura.

14 Mas los altos no se quitaron; pero el corazón de Asa fue perfecto para con el SE

Lo que sobró de paño trocaron a un sombrero viejo reteñido; pusiéronle por toquilla unos algodones de tintero muy bien puestos. El cuello y los valones me quitaron y en su lugar me pusieron unas calzas atacadas, con cuchilladas no más de por delante, que lados y trasera eran unas gamuzas.

Entonces se atrevió a preguntar al chicuelo mugriento, mofletudo y asabañonado que le despachaba. ¿Está el amo? El señor Juaneca ha salido. No, don Quintín. Ese era el de enantes, que vendía pitillos de contrabando y lo quitaron por gandul. ¿Y dónde ha ido a parar? Le dieron otro estanco, y no más. ¡Valientes puercos debían de estar él y toda su casta! ¡Cómo dejaron la casa de telarañas!

Perdieron este dia los rebeldes cuanto tenian en su campamento: se les quitaron muchas mulas, caballos, ganados de todas especies, muebles, efectos, y en particular los víveres, que habian acopiado para algunos meses: huyeron dispersos por todas partes los que escaparon de la accion, y el ejército del Rey, al dia se encaminó al pueblo de Azangaro, capital de la provincia de este nombre, que tambien estaba desierto como los demas, y solo se halló en él al teniente de cura, que informó al General se habia visto precisado a consumir las formas consagradas, temiendo las profanasen los sediciosos, pues habian intentado muchas veces quitarle la vida y robar las alhajas de la iglesia.