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Actualizado: 5 de junio de 2025


Cuando después de un rato de silencio Clara fue a darle un beso la rechazó y levantándose bruscamente se fue a dormir a otro cuarto dejándola bañada en lágrimas.

Bañada en la luz solar y en completo silencio, tenía apariencia de nueva y deshabitada, como si acabasen de dejarla carpinteros y pintores. En la mitad del huerto, un chino cavaba imperturbable, pero la casa no daba otras señales de vida. El camino, como había dicho el coronel, estaba realmente expedito y la señora de Galba se paró junto a la reja.

Por fin, una madrugada, después de larguísimo viaje, llegó a divisar desde lo alto de un cerro la blanca ciudad de Córdoba, bañada en el rubor húmedo y radioso del amanecer. Se hizo señalar desde allí, por una frutera que pasaba, el convento de las monjas del Carmen, y al pensar que bajo aquella cercana techumbre se hallaba su madre, sintió que los sollozos le entrecortaban el aliento.

Lienzos en que el genio imitó la Naturaleza, mármoles en que palpitó la vida, páginas preñadas de ciencia y poesía, prodigios del arte y maravillas de la industria... todo fue destruido, y sobre un montón de escombros humeantes quedó Luz aún viva, pero desgarradas las carnes, bañada en su propia sangre, espantosa, mutilada y deforme.

Antes que la inexorable hacha del leñador haya cortado en viguetas, palos y ramajes el árbol caído, transcurren aún muchos días durante los cuales podemos aventurarnos á pasar por el singular puentecillo, festoneado de guirnaldas de hiedra bañada por la corriente.

¡Ir en el mismo coche, tenerla al lado, aspirar su perfume, rozar la seda de su traje, verla pensativa, con los brazos cruzados, bañada por la luna de Filipinas que presta á las cosas más vulgares idealidad y encantos, era un sueño que Isagani no se esperaba! ¡Qué miserables eran los que se retiraban á pié, solos, y tenían que apartarse para dejar paso al rápido coche!

Al doblar un recodo, una anchura llana, plana, bañada por el sol, se dilató ante mis ojos. Estaba en el Alto del Roble, la soberbia puerta que da ingreso a la sabana de Bogotá. Miraba a mi espalda y veía escalonarse a lo lejos la serie de montañas que había transpuesto para llegar a aquella altura: ¡estaba a 2700 metros sobre el nivel del mar!

Un pensamiento fatal le perseguía, le atormentaba sin cesar. De día se le clavaba en el cerebro impidiendo la entrada a otra idea cualquiera; de noche le despertaba con sobresalto y le hacía pasar largas horas sin reposo revolcándose en el lecho, sintiendo la sangre hervir y murmurar dentro de las venas y la frente bañada por grandes gotas de un sudor frío. ¡Qué tormento espantoso!

Pero Adriana no podía protegerle; la hermana cocinera la tenía abrazada, empeñada en darle el pecho. Adriana apartó la boca con horror, se despertó sin respiro, bañada en sudor, paralizada por la angustia.

Me sentía más á gusto en la cima secundaria, desde la cual mi vista podía á un tiempo extenderse sobre pendientes más bajas y subir luego, de arista en arista, hacia las paredes superiores y hacia la punta bañada en el cielo azul.

Palabra del Dia

rigoleto

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