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Actualizado: 5 de junio de 2025
Un resplandor rojizo, que se extendía desde el horizonte por el firmamento, esfumándose en lo alto y transformándose en el rosicler de tintas puras y nacaradas, indicaba el paraje por donde el astro del día se había ocultado. A mi izquierda, no muy lejos, alzábase la Torre del Oro, que, bañada por los reflejos del horizonte rojizo, parecía fabricada, en efecto, con el metal que le da su nombre.
Y al instante, rápidamente también y con cierta ansiedad feroz, puso la palma de la mano sobre él y lo hizo desaparecer. Quedó limpio el cristal. La Peña Mayor, bañada ya por la luz del sol, dejóse ver risueña y serena como nunca. Hizo llamar á sus hijos, y pasó más de una hora jugando con ellos como una niña.
Ustedes, prosiguió, son ahora para mí dos amigos, los quiero con un mismo cariño. Mi pasión, te lo juro, Adriana, ha terminado. Tus ruegos de que me case con Julio son así absurdos. ¡Ah! Pero por favor, pónganse los dos del mismo lado, me cansa mucho tener que dar vuelta la cabeza a cada rato. Julio se levantó, la cara tranquila bañada en lágrimas, y obedeció. ¡Y llora! exclamó Laura conmovida.
Sentía su alma bañada en divina tristeza cuando el padre-dios, iracundo y bondadoso a un tiempo, la castigaba por su desobediencia, aletargándola sobre el peñasco que había de rodear el fuego con un muro rojo de ondeantes almenas.
La nuestra es la «Villa Sol», nombre retumbante y pomposo para tan modesta casita. La verdad es, sin embargo, que está bañada de sol de la mañana a la tarde, lo que parece que es muy bueno para mi salud. Estoy tan débil todavía, que me cansa el escribir y aquí hago punto, a pesar de todo lo que tengo todavía que decir a usted. Otra vez será.
583 Toda cubierta de sangre aquella infeliz cautiva, tenia dende abajo arriba las marcas de los lazazos: sus trapos echos pedazos mostraban la carne viva. 584 Alzó los ojos al cielo en sus lágrimas bañada; tenía las manos atadas; su tormento estaba claro; y me clavó una mirada como pidiéndome amparo.
Y todos, sin distinción de razas y clases, fuertes y humildes, ignorantes e inteligentes, al eco de este nombre veían alzarse en el paisaje de su fantasía, bañada por el resplandor de la esperanza, una mujer de porte majestuoso, blanca y azul como las vírgenes de Murillo, con el purpúreo gorro símbolo de libertad sobre la suelta cabellera; una matrona que sonreía, abriendo los brazos fuertes, dejando caer de sus labios palabras amorosas: Venid a mí los que tenéis hambre de pan y sed de tranquilidad; venid a mí los que llegasteis tarde a un mundo viejo y repleto.
Chicuelos semejantes al Gabriel de otros tiempos corrían jugando por las cuatro galerías o se sentaban encogidos en la parte del claustro bañada por los primeros rayos del sol. Mujeres que le recordaban a su madre sacudían sobre el jardín las mantas de las camas o barrían los rojos ladrillos inmediatos a sus viviendas.
Al llegar a la esquina del Alcázar dobló hacia la izquierda, y siguió caminando sin detenerse. Aislada entre las peñas y bañada por los últimos resplandores de la tarde, la basílica románica de San Vicente relucía cual cobrizo relicario; mientras los dos inmensos torreones de la puerta vecina se revestían de sombra cuasi nocturna.
El viejo no hizo más que una mueca de satisfacción, y, dando otro gruñido, salió a la calle, bañada de sol. El día fue largo y lleno de ansiedad para mí.
Palabra del Dia
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