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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Una casita a la orilla del mar, bañada a todas horas por la brisa, un jardinillo que cuidar, un pedazo de pan que llevarnos a la boca y salud para correr y saltar por los campos. ¡Era lo bastante para ser felices! Entraron en pleno idilio.
»Estaban Leonela y Lotario suspensos y atónitos de tal suceso, y todavía dudaban de la verdad de aquel hecho, viendo a Camila tendida en tierra y bañada en su sangre.
En seguida fue a buscar al hermano Gabriel. ¡Se van! le dijo bañada en lágrimas. ¡Gracias a Dios! repuso el hermano . Bastante han echado a perder las losas de mármol de la celda prioral. ¿Qué dirá su reverencia cuando vuelva? No me ha entendido usted dijo la tía María, interrumpiéndole . Quienes se van son don Federico y su mujer. ¿Que se van? dijo fray Gabriel ; ¡no puede ser!
LEONOR. Ten de mí compasión; si por ti tiemblo, por ti y por mi virtud, ¿no es harto triunfo? Sí; yo te adoro aún; aquí, en mi pecho, como un raudal de abrasadora llama que mi vida consume, eternos viven tus recuerdos de amor; aquí, y por siempre, por siempre aquí estarán, que en vano quiero, bañada en lloro, ante el altar postrada, mi pasión criminal lanzar del pecho.
Cuatro o seis palomas blancas cruzan volando lentamente; al final de la calleja, bañada por el sol, resalta la nota roja de un refajo. Y en el horno cercano comienza el rumor de comadres que entran y salen con sus tableros en la cabeza. Se percibe un grato olor a sabina y romero quemados; una blanca columna de humo surte del tejado terrero; parlan a gritos la hornera y las vecinas.
Madrid, cuando tus toros brincan, Hay manos blancas que aplauden Y mantillas que se agitan. . . . . . . . . . . . . ¡España! ¡España! ¡cuán puro y brillante es tu cielo! Santa María está bañada en oleadas de luz; los mil balcones de sus blancas casas centellean y arden, y los naranjos perfumados de la Alameda parecen cubiertos de hojas de oro.
Tu cabeza está bañada por un vapor azul... Cuando la mueves parece que oscila la bóveda que nos cubre; cuando hablas, tu voz parece que sale de lo profundo del mar... ¡No cierres los ojos, por Dios, que me haces sufrir!... Se me figura que estás muerto y que me has dejado aquí sola. ¿No ves los míos qué abiertos están? Nunca tuve menos deseos de dormir que ahora.
Quiero que me mire usted todavía con alguna estimación, como siempre lo ha hecho murmuró, bañada en lágrimas, porque no me gusta pensar que haya descendido en su aprecio. Recuerde que soy una mujer... y los impulsos e indiscreciones de una mujer pueden perdonarse. Usted no ha perdido absolutamente nada de mi estimación, Mabel le aseguré.
Sus labios se apretaron convulsos contra los desnudos pies del Salvador murmurando palabras ininteligibles. Después de un largo rato alzó la cara bañada en lágrimas y exclamó con acento de dolor: ¡Jesús mío, cuánta traición, cuánta traición!... ¡Qué mal os pago el amor que me tenéis!... ¡Castígame, Señor, para que pueda tener sosiego!
Y sin embargo, lejos de ofuscarse o de anublarse, su inteligencia se sentía bañada en luz serena y clara y Fray Miguel creía o más bien estaba seguro de que iban disipándose las nieblas o rasgándose los velos que le encubrían la verdad, y de que empezaba a ver las cosas todas sin alucinación alguna que se las desfigurase y trastrocase.
Palabra del Dia
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