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El majo lo notaba y hacía un guiño expresivo á sus amigos; pero éstos poco á poco fueron dejando de celebrar sus baladronadas y mirando con mayor respeto al enamorado mancebo. Soledad dormía, sin que la mirada de su adorador, posada sobre ella, inquietase su sueño profundo. Larguísimo rato la estuvo contemplando en suspensión deliciosa. ¡Qué hermosa estaba!

Cuando se fue, tornó a su espionaje; permaneció en la escalera larguísimo rato sin saber por qué hacía aquello. Escuchó el rumor confuso de la conversación de Dolores y su mujer. La doncella era charlatana; Joaquinita también tenía un temperamento expansivo: la plática se animaba cada vez más.

Nunca como aquella tarde, después del larguísimo encierro, sintió de modo tan fuerte la tentación de la mujer. ¿Sería, en verdad, un soplo maldito ese incentivo que llegaba en las ondas del aire, ese almizcle indefinido de la hembra, que hacía temblar a los santos y contra el cual los conventos levantaban sus poderosas murallas sin aberturas? ¿No fue, acaso, el Divino Alfarero quien torneara con visible complacencia las formas de aquella ánfora maravillosa? ¿Cómo podía ser tan grande pecado gustar sus delicias? ¡Ah! ¿por qué tanto miedo y tanta pena? ¿Por qué no gozar de una bella criatura como del fruto de un árbol? ¿Por qué aquellas que le expresaban con cautelosa mirada su deseo no venían a ofrecérsele ingenuamente, una a una, como en los sueños? ¿Por qué tanto pavor entremezclado al más delicioso consuelo del mundo?

Teníale larguísimo rato entre sus rodillas, mirándole fijamente con ojos aterradores para cualquiera menos para Miguel, que ya sabía a qué atenerse; tirábale por los cabellos suavemente, y a menudo le rozaba las mejillas con sus feroces y encrespados bigotes.

Un pantalon estrecho, de paño azul con franjas amarillas, que llega hasta las rodillas y se ajusta bajo dos grandes botas charoladas; un chaleco de paño amarillo ó rojo, sobre el cual va una chupa de cola microscópica, forrada con anchas solapas y con puños de color rojo y enormes botones de metal reluciente; un sombrerito de charol ó fieltro, de copa larga, estrecha y puntiaguda y con adornos; un larguísimo foete, y un clarin terciado al costado, componen el vestido y los arreos del príncipe de la diligencia suiza.

El, que había llegado con tantas mujeres á los mayores extremos de dominación, sin sentirse nunca ahito, se contentaba con la breve frase, que tenía para sus oídos una música dichosa. Fué subiendo su brazo más arriba del talle de Alicia, mientras con la otra mano reclinaba su cabeza en uno de sus hombros. Sonó un beso, un larguísimo beso, sin que se detuviese la marcha de los dos.

Desde que un lalaqui forma el propósito de hacer el amor á una babay, hasta que se consuma el matrimonio, pasa por una serie de ceremonias y es objeto de un sinnúmero de fórmulas difíciles de enumerar, y desgraciado de él si en esa larga gestación de pretendiente á catipán, ó sea novio, y de este á maridable, infringe alguno de los infinitos detalles del larguísimo ritual del código amoroso indio.

Lo ocurrido fué lo siguiente: fuera de , y acometido de un espasmo de tribulación, el inconsolable padre fué al comedor y descolgó el encerado en que estaban aún escritos los problemas matemáticos, y tomándolo por retrato, que fielmente le reproducía las facciones del adorado hijo, estuvo larguísimo rato dando besos sobre la fría tela negra, y estrujándose la cara contra ella, con lo que la tiza se le pegó al bigote mojado de lágrimas, y el infeliz usurero parecía haber envejecido súbitamente.

Por la parte del oriente tiene Cuyabá muchas tierras habitadas solamente de indios infieles: y aunque hay camino para ir por esta parte al Brasil, es camino larguísimo, muy trabajoso y espuesto á los asaltos de los bárbaros y de los negros alzados. Por estas causas pocos son los portugueses que emprenden el viage por tierra.

Aunque la amenaza no espantó a la familia tanto como era de esperar, se convino, no obstante, en no servirle más que alimentos fosfatados. Sintió Carlota profundo pesar cuando su marido le notició la cesantía. Quedaron ambos larguísimo rato silenciosos y tristes. Algo sonaba también lúgubremente dentro del alma de ella, profetizando la muerte de su dicha. D.ª Carolina la recibió con tranquilidad.