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Ahora, ¡oh, hombre! ¿quién eres para replicar contra Dios? ¿Puede la cosa formada decir al que la ha formado por qué me has hecho así? ¿No tenía el alfarero poder sobre la arcilla para hacer del mismo pedazo una vasija de honor y otra de deshonor?" lo que probablemente ha contribuido más a la miseria humana que ninguna otra expresión salida del hombre.

Nunca como aquella tarde, después del larguísimo encierro, sintió de modo tan fuerte la tentación de la mujer. ¿Sería, en verdad, un soplo maldito ese incentivo que llegaba en las ondas del aire, ese almizcle indefinido de la hembra, que hacía temblar a los santos y contra el cual los conventos levantaban sus poderosas murallas sin aberturas? ¿No fue, acaso, el Divino Alfarero quien torneara con visible complacencia las formas de aquella ánfora maravillosa? ¿Cómo podía ser tan grande pecado gustar sus delicias? ¡Ah! ¿por qué tanto miedo y tanta pena? ¿Por qué no gozar de una bella criatura como del fruto de un árbol? ¿Por qué aquellas que le expresaban con cautelosa mirada su deseo no venían a ofrecérsele ingenuamente, una a una, como en los sueños? ¿Por qué tanto pavor entremezclado al más delicioso consuelo del mundo?

O dirá el vaso de barro al que lo labró: ¿Por qué me has hecho tal? 21 ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? 22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira, preparados para muerte;

Los cuerpos rudos y angulosos parecían labrados a hachazos: otros eran deformes y grotescos como fabricados por un alfarero: muchos recordaban, por lo retorcidos y nudosos, los troncos de los acebuches de las dehesas. Los brazos negros, con las agudas protuberancias de una gimnasia forzada, parecían de sarmientos trenzados.

7 Mas habido consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, por sepultura para los extranjeros. 10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor. 11 Y Jesús estuvo delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres el Rey de los judíos? 12 Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes, y por los ancianos, nada respondió.

La enseñanza de San Pablo cayó en un suelo fértil. Por cerca de 1.500 años la conciencia humana no se sintió chocada por ella. Desde el nacimiento de la teología arminiana ha habido una gradual y creciente revulsión de sentimientos, y ahora se dice llanamente que "el alfarero no tiene derecho de estar irritado contra sus cántaros.

En resumen: en la moral pagana, cuyo fin era la glorificación del Estado bajo la angustia permanente del peligro exterior, el individuo tenía obligaciones en favor del Estado pero no tenía derechos contra el Estado; en la moral cristiana, que tiene por fin la glorificación de Dios, de su hijo y de la madre de éste, el individuo tiene obligaciones para con Dios y sus allegados, pero no tiene derechos contra Dios, ni siquiera contra sus representantes y delegados, pues, como lo dijo San Pablo, ningún descendiente de la arcilla tiene el derecho de quejarse contra el Supremo Alfarero, que fue dueño absoluto de hacer del mismo barro un vaso de honor o un vaso de noche.

27 y los regirá con vara de hierro, y serán quebrantados como vaso de alfarero, como también yo la he recibido de mi Padre; 28 y le daré la estrella de la mañana. 29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. 2 vigilante, y confirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.

4 Y el vaso que él hacía de barro se quebró en la mano del alfarero; y tornó y lo hizo otro vaso, según que al alfarero pareció mejor hacerlo. 5 Entonces vino a palabra del SE

Mas no acusemos a Dios del uso que puede darse a su obra. Fabrica el alfarero un vaso primoroso, y no es responsable del veneno que luego se deposita en él y que tal vez apura hasta las heces nuestro sediento labio. »Ella es hermosa de alma y de cuerpo. Sus ojos, azules como el cielo, no revelan sino ideas y sentimientos llenos de limpia honestidad.