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Los sitios que él recorre participan de su quietud. En Basilea, punto en que le por primera vez, se presenta tranquilo, é imponente por su grandeza. Corre silencioso á los piés de la catedral, y á la izquierda se pierde en lontananza, como una inmensa sábana de luz: á la entrada de la ciudad hay un larguísimo puente que salva toda la anchura del rio.

Cecilia tomó de la librería un volumen de versos, y se puso a leer sentada cerca de los pies de la cama. Al cuarto de hora Gonzalo dormía deliciosamente, con la tranquilidad de un niño. La joven suspendió la lectura al observarlo, y le contempló atentamente, mejor dicho, le acarició con los ojos larguísimo rato.

Las tales mozas, amigas de Celesto, eran excesivamente amables, enseñaban mucho los dientes al reír y bromeaban con harta desenvoltura. De uno en otro grupo iban rodando, parándose a saludar a éste y al otro paisano, casi todos ebrios ya, que les entretenían larguísimo rato con charla impertinente y grosera. Andrés se aburría soberanamente.

La gran sala que atravesamos tenía abiertas de par en par las tres puertas de su inmenso balcón; el sol entraba ya por ellas, iluminando todo el larguísimo y espacioso carrejo que terminaba en la escalera; se oía el cuchareteo y hervor de la cocina que empezaba á animarse por la solemnidad del día, y se respiraba en toda la casa un ambiente especial, una atmósfera pura y embalsamada, que sólo se respira en el campo de la Montaña en las madrugadas de verano, al secar el sol el fresco rocío sobre las flores de las praderas.

Las guardaban sin mirarlas y seguían su lamento: «Pan... pan.» ¡Y él había ido hasta allí para hacer la misma súplica!... Huyó, reconociendo la inutilidad de su esfuerzo. Cuando regresaba, desesperado, á su propiedad, encontró grandes automóviles y hombres á caballo, que llenaban el camino formando larguísimo convoy. Seguían la misma dirección que él.

Cuando volvió al hotel subió a la cámara mortuoria, y allí halló a Juanilla, transida de miedo y de cansancio, velando a la difunta. La criada le dijo, en son de queja, que la señorita Lucía le había encargado velar un rato, pero que el rato era ya muy largo, larguísimo, y que ella no podía más.

Tornó a reinar el silencio. Un larguísimo rato se estuvo el médico con el oído atento a lo que en las profundidades del pecho de nuestro joven acaecía, explorando los más leves movimientos, los ruidos más imperceptibles, como el ladrón que fuese de noche a penetrar en una casa.

muy bien que voy a darte una pena... pero, óyeme... Y fingiendo disgusto y como amenazándome, tomó una violeta de larguísimo tallo, y con ella me azotó el rostro cariñosamente, agregando: Me oirá usted, señor mío, o.... ¡No vuelvo a mirarte así, como a te gusta! Así.... Y clavó en mis ojos una mirada apasionada y profunda. Te oiré, alma mía, repuse si así lo quieres....

Después siguió con la vista clavada en ella larguísimo rato con la misma expresión de extravío ó indiferencia. Poco á poco se fueron contrayendo sus labios y dejaron paso á una sonrisa dura y cruel como nunca se había visto en su cándida boca.