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Ahora dijo alegremente tomemos un bocado. Compadre, trae el capazo. Ya se presentará la pesca cuando ella quiera. Para cada uno un enorme mendrugo y una cebolla cruda, machacada a puñetazos sobre la borda. El viento soplaba fuerte y la barca cabeceaba rudamente sobre las olas de larga y profunda ondulación. ¡Pae! gritó Antoñico desde la proa , ¡un pez grande, mu grande!... ¡Un atún!

Si Caytano se huye, e que está mu castigao, el probesico ya se va pa Viyavieha como yo... Pero diga usté que , D. Luisito... cuando le sale un toro de verdá, ¡Caytano superió! Vamos, con Cayetano todavía transijo dijo Enrique.

¡Alto! gritó la mujer; no lo metamos á barullo: dir echándolo poco á poco, que aquí hay anguno que va á quedar bien con el dinero de los demás. Mientes exclamaron algunas voces. Yo digo más verdá que todos vusotros juntos; y como lo que pasó en el intierro de la mujer del tío Miterio.... Lo que allí pasó me lo yo mu retebién, y lo callo porque no te salgan los colores á la cara.

No señó, no entra contestó el Morenito . A don Juan, en sacale de sus librotes no sirve pa mardita la cosa... Mu güena persona, mu cabayero, pero no va a ganá en su vida dos pesetas. Era alto y enjuto de carnes, con luengas barbas que a pesar de su juventud le daban un aspecto venerable.

Arriba encontró su habitación llena de amigos, señores que le tuteaban, e imitando el habla rústica de la gente del campo, pastores y ganaderos, le decían golpeándole los hombros: Has estao mu güeno... ¡Pero mu güeno! Gallardo se libró de esta acogida entusiasta saliéndose al corredor con Garabato. Ve a poner el telegrama a casa. Ya lo sabes: «Sin noveáGarabato se excusó.

Hubo un instante de silencio. Lo siento de too corasón, señorito. Yo creo que ustedes dos pareaban mu bien... Pocas palabras más hablamos. No podía ocultar mi tristeza y desaliento. Los consuelos de la cigarrera no penetraron siquiera en mis oídos. Antes de despedirse quiso darme la carta, que no había podido entregar. Yo la tomé y, sin rasgarla, la arrojé al río, sonriendo tristemente.

A uté no, que e mu feo: a esa señorita tan remonísima que yeva uté a la vera contestó el Serranito. Julita se echó a reír, ruborizada. En torno de la plaza, donde llegaron en seguida, se agitaba la multitud, pugnando por entrar; los coches que allí se juntaban producían disturbios y motines, que los guardias no eran suficientes a reprimir.

Yo que tié usté lo suyo mu bien puesto... y crea que yo entiendo de esas cosas. Además, tié talento pa too, y yo soy hombre que respeta la sabiduría... El Morenito, Antonio Díaz, un servior, sería er teniente, toos estos mozos ya se despabilarían con tan güenos directores. ¿Eh? ¿qué le paese? ¿No es un verdaero negosio? Isidro asintió con imperturbable gravedad.

Mu bien... ¡pero que mu bien! murmuraba . Ese güen mozo soy yo... y ese otro también... ¡y toos!... ¡Y aún hay quien dise de !... ¡Mardita sea!... Yo soy el primé hombre der mundo. Don José lo dise, y dise la verdá.

Segura no, porque no me convidaron; lo que es que el señor está en Felipinas ú en la Habana, de cierto no ... vamos, en América. Escribe toos los correos y manda el conquibus, y la señora no para de hablar del amo, y es buena, aunque tié el genio mu soberbio, y no se visita con nadie. ¿Hacía cuándo crees que se casaron? El niño tié veintiséis meses, conque... Y él en la Habana, ¿qué hace?