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Es la hora repuso el mozo, malhumorado. Y ¿quién te ha dicho a ti que era la hora? El reloj. Pues aquí no hay más reloj que yo; ¿lo entiendes, mastuerzo? dijo el expendedor con voz colérica, sacando cuanto pudo el airado rostro por la ventanilla. ¡Vaya, vaya! ¡Pues no faltaba más que estuviésemos aquí sujetos a la voluntad de los señores mozos!

¡Con unos ojos tan lindos! ¡Con su aire donoso de españolita!... Y a impulsos de su repentina ternura, ofrecióse a prestarle una rica mantilla antigua comprada en Madrid. Señoras de gesto malhumorado, que se lamentaban de la inmoralidad de sus compañeros de viaje, deteníanse curiosas ante las ventanas del fumadero.

Luego, al volver á la estancia, encontraba al viejo malhumorado, silencioso, mirando con fijeza ante él, como si contemplase algo invisible para los demás, y diciendo de pronto: «Es un castigo: el castigo de mis pecadosEl recuerdo de sus primeras relaciones con el alemán, antes de llevarlo á la estancia, le atormentaba como un remordimiento.

Quedamos en que quiero a Margalida, y voy a su cortejo con el mismo derecho que cualquier muchacho de la isla. Hay que respetar los usos antiguos. Y sonrió ante el gesto malhumorado del payés. Pep movía la cabeza en señal de protesta, repitiendo que aquello era imposible.

¡Así te oyera Dios! ¡Pobre Asunción! ¡Pobre amiga! ¡Tan buena y tan loca! Se me parte el corazón al considerarla deshonrada y perdida para siempre. La arrancaremos de manos de su seductor... No, no huirá de Cádiz... Aún faltan muchas horas para el día... Vamos, corramos pronto. Por fin llegamos a casa de lord Gray. Toqué fuertemente a la puerta y un criado soñoliento y malhumorado bajó a abrirnos.

No, no he estado replicó el chico con visible malestar, poniendo los ojos serios y distraídos para atajar, si era posible, las bromas insulsas con que Moreno solía regalarle. Pues, hombre, me sorprende muchísimo, porque unas vísperas me parece a que no son para desperdiciar... sobre todo solemnes. ¡Anda, que cuándo te verás en otra! Pues en seguida replicó Llot malhumorado.

Había pasado la noche en el Casino, silencioso y malhumorado bajo la obsesión de estas protestas. ¿Qué tenía su proyecto de extraño y absurdo para que lo repeliese aquel chueta, a pesar de constituir un honor para su familia, y aquel payés rudo y falto de escrúpulos, que vivía casi fuera de la ley?...

Es verdad dijo Jaime, realmente avergonzado de su olvido. El Capellanet, que saboreaba orgulloso el éxito de estos consejos, tuvo un sobresalto al mirar por el hueco de la puerta. ¡El pare!... Pep subía la cuesta lentamente, con los brazos atrás y el aspecto meditabundo. El muchacho se alarmó al verle. Indudablemente, venía malhumorado por las recientes noticias: no le convenía encontrarse con él.

Y estas cartas, garrapateadas por la sangrienta zarpa de aquel bruto, acabaron por obsesionarle, por obligarle a marchar al distrito. Había que verles después de la paella, hablando en un rincón del huerto; el diputado, obsequioso y amable. Bolsón, cejijunto y malhumorado.

Así le miraba a él, así le sonreía en la época feliz, cuando cabalgaban juntos en las desiertas campiñas iluminadas de suave carmín por el sol moribundo. «¡Mardita sea!...» Pasó malhumorado la noche con unos amigos, luego durmió mal, viendo reproducidas muchas escenas del pasado. Cuando se levantó entraba por los balcones la luz opaca y lívida de un día triste.