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No cómo se las arregla para mantener aquel familión...». «Este no tiene más que trampas y mucho jarabe de pico...». «¡Ah!, este que es hombre: le suponen doce mil duros de renta; pero se dice que no le gustan las mujeres...». «¡Oh!, este que es enamorado; pero va a que ellas le mantengan... y qué ajadito está...». «Este no tiene sobre qué caerse muerto... es un libertino de mal gusto que no hace calaveradas más que con las mujeres de mala vida...». «He aquí uno a quien yo debo gustar mucho, según la cara que me pone y las cosas que me dice... pero por Torres que Torquemada le prestó dos mil reales para llevar a baños a su mujer, que está baldada... ¡pobrecita!...». De esta revista resultaba que casi todos eran pobretones más o menos vergonzantes, que escondían su miseria debajo de una levita comprada con mil ahogos, y los pocos que tenían algún dinero eran de temperamento reposado y frío... Veíase la dama encerrada en un doble círculo infranqueable.

Capítulo XLI. Donde todavía prosigue el cautivo su suceso »No se pasaron quince días, cuando ya nuestro renegado tenía comprada una muy buena barca, capaz de más de treinta personas: y, para asegurar su hecho y dalle color, quiso hacer, como hizo, un viaje a un lugar que se llamaba Sargel, que está treinta leguas de Argel hacia la parte de Orán, en el cual hay mucha contratación de higos pasos.

Porque la babucha comprada en el Gran Bazar y la necedad del tío Frasquito iban a colocarle aquel mismo día en lo alto de la columna del escándalo, en la gloriosa picota de la moda, que asentaba esta vez sus cimientos sobre los cadáveres de dos seres degradados, muerto el uno con un dogal, cosida la otra a puñaladas y arrojada en su saco de cuero, sin expirar todavía, viva y palpitante, en lo profundo del mar de Mármara.

Vicioso y discreto, sibarita y hombre de talento, aspirando a la erudición de todos los goces y con bastante buen gusto para espiritualizar las cosas materiales, no podía contentarse con gustar la belleza comprada o conquistada, la gracia, el donaire, la extravagancia; quería gustar también la virtud, no precisamente vencida, que deja de serlo, sino la pura, que en su pureza misma tenía para él su picante.

Dos años te doy de tiempo para que tantees y ponderes lo que será bien que escojas o será justo que deseches; que la prenda que una vez comprada, nadie se puede deshacer della sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, para miralla y remiralla, y ver en ella las faltas o las virtudes que tiene.

Libro Primero: Capítulo II: De cómo fue a la escuela y lo que en ella le sucedió. A otro día ya estaba comprada la cartilla y hablado el maestro. Fui, señora, a la escuela; recibióme muy alegre diciendo que tenía cara de hombre agudo y de buen entendimiento. Yo, con esto, por no desmentirle di muy bien la lición aquella mañana.

La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve, o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle.

Los de Santa Cruz vivían en su casa propia de la calle de Pontejos, dando frente a la plazuela del mismo nombre; finca comprada al difunto Aparisi, uno de los socios de la Compañía de Filipinas. Ocupaban los dueños el principal, que era inmenso, con doce balcones a la calle y mucha comodidad interior.

Este medio consistía en tomar una cantidad bastante crecida de acciones en la mina al ser comprada por la sociedad; seguir comprando todas las que se pudiesen; luego comenzar a venderlas más baratas, hasta llegar a producir el pánico en los accionistas.

Velarde comprendió al punto todo lo que aquello significaba, el valor inmenso de aquella dicha comprada por ocho cuartos, y una oleada de afectos y sentimientos dormidos se levantó entonces de su corazón, poniéndole de repente delante todo el pasado, con la amargura del bien por nuestra culpa perdido, con la poesía que reviste en la mente de la juventud todo recuerdo, con ese vago hormigueo de sombras queridas que despiertan en la imaginación toda época lejana... En medio estaba su madre, cuyo primogénito era, y en torno sus hermanos pequeñitos, llorando todos, como los había dejado él tres años antes al darles el último abrazo.