United States or Nicaragua ? Vote for the TOP Country of the Week !


Juanito Velarde pareció también muy contrariado, comió poco y habló menos durante toda la comida.

A las doce menos cuarto llegó la condesa de Albornoz, imponiendo a todo el mundo su desvergüenza y su cinismo, haciendo fango en el mismo cieno, según la enérgica expresión de un historiador antiguo. Venía apoyada en el brazo de Juanito Velarde y caminaba a retaguardia su marido.

¿Pero no te dije que fueras a hablarle?... ¿Que en todo este negocio no había que soltar por escrito una sola letra?... ¿Lo ves, Fernandito?... Villamelón retrocedió un paso como quien espera un cachete, y Currita adelantó otro, diciendo después de una pausa: ¿Y dijo que iba a... a... a presentarme esa carta? Eso decía Velarde. ¿Estás seguro?... Segurísimo.

Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en Madrid que de la ovación de la Jesup, de su importuno estornudo y de los guantes de Currita; nadie se acordaba ya del nombramiento de camarera, ni de la muerte de Velarde, ni del registro de la policía.

Sonó luego una palmada, después un tiro... Velarde dio un salto atroz y un alarido horrible, y árboles, montes, tierra y firmamento giraron bruscamente derrumbándose sobre él para aplastarle: cególe después una nube de sangre, luego otra negra, y después nada... nada más vio en la tierra...

Firmáronse, pues, estas sin grandes repugnancias, y aquella noche comieron los tres juntos en familia, para ir luego a casa del marqués de Butrón, donde Currita quería presentar a su amigo y protegido Juanito Velarde.

¡De usted misma, señora condesa, de usted misma! gritó el ministro . ¿Se atreverá usted a negar delante del ministro de Ultramar que ha solicitado el cargo de camarera, con tal que diesen a Velarde la Secretaría del rey, y a usted seis mil duros de sueldo?... ¡Pues ya lo creo que lo negaré! contestó Currita con todo su desparpajo.

Butrón bailó con Currita, la marquesa con Fernandito, Juanito Velarde, como presentado de la heroína, con la duquesa de Astorga, una de las mujeres más sensatas y honradas que figuraban en la corte. Creció la marejada al compás de aquel rigodón, comenzando a sublevarse los pudores de todas las que se creían con derecho a tomar parte en aquella honorífica cuadrilla.

Velarde lo rechazó por dos veces impaciente, dándole la última vez un palo; mas variando de pronto de opinión, volvió atrás y le compró, no sólo el décimo, sino el billete entero. ¡Si aquel billete saliese premiado, cuántas cosas había de hacer entonces!... Y pensando en ello y haciendo combinaciones, llegó Velarde al final de la calle del Príncipe, donde estaba situada su casa: pidió luz y se encerró en su cuarto.

Juanito Velarde debía de tener una porción de cartas suyas y era preciso recogerlas sin pérdida de tiempo antes de que fuesen a parar a otras manos y resultase algún compromiso como el de marras.