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Isidora dio otro suspiro. Grandísimo consuelo le infundían las palabras sensatas y filosóficas de aquel bondadoso sujeto, a quien desde entonces tuvo por sacerdote. «¿Es usted....por casualidad sacerdote? le preguntó con timidez. No, señora repuso el otro, escribiendo un poco . Soy seglar. Hace treinta y dos años que trabajo en esta oficina.

Nada es menos interesante a los ojos de las personas sensatas que una muchacha ligera de cascos, que se deja seducir, o una mujer liviana que falta a sus deberes.

El hombre había sufrido una caída, derramando sangre, y a la vista de ésta, al oír las palabras del infeliz, menos sensatas aún que de ordinario, las risas crueles aumentaban: ella sola, como una hermana de caridad, había sabido atenderlo y curarlo.

Pero si te parece mal, no he dicho nada... Tan amigos como antes. Al mismo tiempo se levantó é hizo ademán de subir á su casa. Manolo la detuvo, cogiéndola por la ropa. Aguárdate un instante, criatura... Con palabras sensatas le hizo presente lo desatinado de aquel paso, le expuso todos sus inconvenientes y peligros. Soledad no quiso escucharle.

La ofuscación de los primeros momentos fué grande, pero luego fué cediendo ante la luz de la verdad que arrojaban serenas y graves reflexiones. Cuando las personas sensatas repasaron los hechos de Mr.

Dicen que lo ha dicho él mismo. , señor, fueron sus últimas palabras sensatas, advirtió Foja contradiciéndose. Dicen que dijo: « ¡El pan del cuerpo es el que yo necesito, que así me salve Dios muero de hambre!». A Orgaz hijo se le escapó la risa, que procuró ahogar con el embozo de la capa. , ríase usted, joven, que el caso es para bromas.

El hombre es un fatuo del porvenir: la mujer rara vez pasa de vanidosa presente. Y quizá la mujer se halle en esto mejor orientada. La posteridad se compone de las gentes que aún no han nacido. Y conociendo a las que ahora existen, no es de suponer que sean mejores ni más sensatas las que aparezcan sobre la tierra en las futuras edades.

¿Acaso no está ya definitivamente perdida para ? replicó él, con la mirada fija hacia adelante. ¿Qué te dijo hoy? ¿Para qué repetirlo? Sus palabras eran sabias, sensatas; tan sabias, tan sensatas, que no podía ser sino el lenguaje de una persona que ya no ama. ¿Y lo crees realmente? pregunté. ¿No estoy obligado a creerlo? Y luego, en fin, ¡qué importa!

Hay que tener en cuenta que en aquella gran República no suelen ser los politicians las gentes más estimadas, mejor educadas y más sensatas: que por allí no se guardan en las discusiones públicas el mismo decoro y la misma cortesía que en los Parlamentos europeos, y que en el estilo y hasta en los modales se advierte cierta selvática rudeza, por influjo acaso del medio ambiente, por cierto atavismo, no transmitido por generación como el pecado original, sino por el aire que en aquellos círculos políticos se respira.

Pero esto no es privativo de Peñascosa. Lo mismo sucede en Sarrió y en Nieva. De otro modo, ¿cómo sería posible la vida en estas villas insignes? Contra el parecer de D. Peregrín se hallaban todas las personas sensatas de la población. Unos por afectos al excusador, otros por timoratos, otros porque no veían motivo para armar un escándalo, casi todos aconsejaron a Osuna que se estuviese quedo.