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Vivía con una amiga de su madre, vieja y casi ciega, antigua criada durante veinte años de un señor enfermo y malhumorado, que al morir le legó una renta de dos pesetas, lo suficiente para no morirse de hambre.

Aquel tono malhumorado que usaba se veía bien que procedía de su temperamento, no de un espíritu vanidoso. Le pregunté por el patrón y le hablé de su invención famosa. ; es un loco mientras no se llegue a los céntimos me respondió. En cuanto llega a los céntimos su razón se aclara de repente, y no hay hombre más lúcido en media legua a la redonda.

Cuando vinieran a darse las dos corridas, ya se habrían comido el producto de ellas. El espada mostrábase igualmente malhumorado en la soledad de su hotel, pero no a causa del tiempo, sino de su mala suerte. Había toreado la primera corrida en Madrid con resultado deplorable. El público era otro para él.

La calma y la felicidad habían vuelto a aquella casa. Hasta Conchita, a pesar de su carácter iracundo y malhumorado, considerábase dichosa al ver que Roberto «volvía al redil», mostrándose más enamorado que antes.

Para no tiene ninguna dijo Tristán malhumorado. Núñez le miró un momento con curiosidad burlona y repuso tranquilamente: Consiste en que ese molino que tienes en el cerebro no tritura más que cosas negras.

Su carácter no participó, sin embargo, de tal prosperidad. Notose que a medida que se enriquecía tornábase pálido, flaco y malhumorado, y su recelo e inquietud crecían cuanto más aumentó la popularidad de su mujer.

Por otra parte, el fracaso de su tentativa de seducción le hizo más malhumorado y sombrío. Una noche, aún no convaleciente de su enfermedad, producida por el despecho y la cólera, se levantó de la cama, en donde no podía dormir, y bajó al comedor. Abrió una ventana y se asomó a ella. El cielo estaba sereno y puro.

El sol abandonaba la mar espumosa y ascendía por la bóveda del firmamento cuando Velázquez despertó de su sueño. Iba á llamar á Soledad para que le trajese una camisa, pero recordó súbito lo que había pasado y sintió un leve vuelco en el corazón. Alzóse del lecho y se vistió lentamente malhumorado y taciturno.

Tales censuras que llegaron pronto a sus oídos y que no tardó tampoco en ver estampadas en la prensa le mortificaron enormemente, le pusieron de un humor endiablado. No necesitaba de este pequeño tropiezo para vivir malhumorado. La vida para él era un continuo tropiezo. Donde los demás veían el camino raso y cómodo, él encontraba una carrera de obstáculos.

Notó Julián que el marqués, a diferencia de algunas horas antes, parecía malhumorado e impaciente. Recelaba el capellán interrogarle. Determinóse al fin. ¿Y... dará tiempo a que llegue el médico? ¿Que si da tiempo? respondió el señorito embaulando y mascando con colérica avidez . ¡Como no lo de más!