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Actualizado: 3 de junio de 2025


Siguiendo las indicaciones de Frecourt, Tragomer y Marenval se bajaron un día, á eso de las cuatro, ante el número 17 de la calle de Lancry. La portera que estaba en su casilla bruñendo un perol, respondió á Marenval en tono malhumorado: La escalera de enfrente. Si es para un ajuste, tercero de la izquierda; si es para una lección, de la derecha.

La última palabra de la joven hizo levantar vivamente la cabeza a Ricardo, quien, presintiendo algo grave, repuso en tono malhumorado: ¿Y qué es lo que te ha movido a confiarme todas estas cosas que tanto reservaste hasta ahora? Ante todo perdóname que no te las haya confiado antes.

Auvray cumplió el encargo, y salió devanándose los sesos por atinar con la causa de aquella misantropía que de un modo tan brusco había hecho presa en el alma de su amigo. Este, perplejo y malhumorado, evocaba entretanto sus recuerdos, pugnando por explicarse la razón del extremado rigor que el señor de Avrigny había usado con él.

A la mañana siguiente don Saturno despertaba malhumorado, con dolor de estómago, llena el alma de pesimismo desesperado y de flato el cuerpo. ¡Memento homo! decía el infeliz, y se arrojaba del lecho con tedio, procurando una reacción en el espíritu mediante agudos y terribles remordimientos y propósitos de buen obrar, que facilitaba con chorros de agua en la nuca y lavándose con grandes esponjas.

Aquellas gentes preferían verse solas. ¿Iba él a bailar con una atlota a sus años y con su aspecto malhumorado que infundía respeto y frialdad?... Tendría que permanecer con Pep y otros, aspirando el olor del tabaco de pota, hablando de la almendra y del miedo a que se helase, esforzándose por abatir su pensamiento al nivel del de estas gentes. Al fin se decidió a ir al pueblo.

Algo importante estaba ocurriendo; el aire malhumorado de los que permanecían en la puerta del castillo, la repentina obsequiosidad de este rústico con uniforme, lo daban á entender. Más allá del edificio vió soldados, muchos soldados. Un batallón de infantería se había esparcido á lo largo de las tapias, con sus furgones y sus caballos de tiro y de montar.

Subió el joven madrileño malhumorado y cabizbajo el repechito que le quedaba hasta la casa de su tío, y mientras se iba acercando lentamente a ella, no dejaba de preguntarse con alguna inquietud: « ¿Por qué habrá querido sonsacarme ese berganteLa idea que Andrés había formado, por rumores y conjeturas más que por experiencia, del meloso D. Jaime, era la adecuada.

De los primeros en llegar era el insigne portugués don Raimundo, después de dar una regular batida por las aceras del Cabildo y del Palacio de Gobierno, tarea que llevaba a cabo con el arte de un consumado polizonte; llegaba malhumorado, porque él decía repugnarle en extremo esta caza cotidiana al deudor olvidadizo, verse obligado a acechar a cada uno, correr detrás, cogerle por los faldones y recordarle por la centésima vez, por la milésima vez que en tal fecha le hizo tal préstamo, y esto todos los días, y siempre sin resultado.

Fue un veterano malhumorado y pronto a reñir entre la bohemia juvenil de capa y espada que llegaba de la Península soñando con la conquista de tesoros y reinos. Se organizaban nuevas expediciones. Pizarro poníase a sueldo de diversos capitanes. Por las calles de Santo Domingo paseaba su garbo otro extremeño, enamoradizo, espadachín y algo letrado, que se apellidaba Cortés.

Vestía una magnífica bata de seda azul que no podía velar la curva pronunciada de su vientre. No ha dicho que vendría él a curármelo... Además me molesta mucho ya. La joven se acercó a la cama. Después de unos momentos de silencio, poniendo la mano sobre la cabeza de su marido, le preguntó: ¿No sería mejor que el médico te curase? No, no respondió él, malhumorado.

Palabra del Dia

rigoleto

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