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La ilustre fregona, para una de igual título de Lope de Vega, otras dos de Vicente Esquerdo y Cañizares, y La hija del mesonero, de Diego de Figueroa y Córdova. El licenciado Vidriera, para otra de igual título de Moreto. La señora Cornelia, á Tirso de Molina para su comedia Quien da luego da dos veces. El celoso extremeño, para dos de igual título de Lope y Montalbán.

Buen carnero, buen lomo; pero no como en mi tierra, en Extremadura ... porque yo soy extremeño. Dime, ¿por qué no has estudiado para cura? Porque no tengo vocación para esa carrera. Doña Paz hizo un gesto de sorpresa y reprobación, como si el joven hubiera dicho una gran irreverencia.

Esta ciudad populosa, la más rica y animada de toda España, depósito de las riquezas de América, ofrecía ancho campo á un talento observador, así en el carácter como en las costumbres de sus habitantes, cual se nota en sus excelentes novelas de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño.

Don Pompeyo no decía que ni que no; cierto era que el tenía un poco de panza, no mucho, obra de la edad y la vida sedentaria; que andaba muy tieso, porque creía que «quien era recto como espíritu, digámoslo así, debía serlo como físico»; pero en punto a los vestigios de raza y nación él se declaraba neutral: quería decir que le era indiferente esta cuestión, toda vez que tan español consideraba a un portugués como a un castellano como a un extremeño.

Extremeño como Espronceda, con quien tuvo cierta afinidad espiritual aunque recriado en Madrid. Un trasatlántico le volcó, en plena juventud, sobre Manila. Comenzó a versificar. Desde 1887 colaboró asiduamente en el diario "La Oceanía Española". Publicó un volumen, Leyendas filipinas. Le inspiró la musa ebria de Poe y Verlaine. Fué desdichadísimo, tormentosa su vida.

En esto se fija y esto logra pintar el autor de El celoso extremeño, de Rinconete y Cortadillo, de La ilustre fregona, de La Gitanilla y de casi todas las demás novelas ejemplares por donde, merced a su agudeza psicológica, nueva o antes casi nunca empleada en este género de ficciones, Cervantes viene a ser el padre o el fundador de la novela, tal como la concebimos y comprendemos en el día.

¡Mal rayo! prosiguió escupiendo por el colmillo como un gitano de pura sangre. ¿Sabes, niño, lo que yo haría en tu caso el día que la tía Jeroma cerrase el ojo?... Pues metería en un cinto esa gran calceta de peluconas que tiene guardada, compraría un jaco extremeño y no pararía hasta dar vista á la Giralda.

ii Ya sabemos que la madre de D. Baldomero Santa Cruz y la de Gumersindo y Barbarita Arnaiz eran parientes y venían del Trujillo extremeño y albardero. La actual casa de banca Trujillo y Fernández, de una respetabilidad y solidez intachables, procede del mismo tronco. Barbarita es, pues, pariente del jefe de aquella casa, aunque su parentesco resulta algo lejano.

Fue un veterano malhumorado y pronto a reñir entre la bohemia juvenil de capa y espada que llegaba de la Península soñando con la conquista de tesoros y reinos. Se organizaban nuevas expediciones. Pizarro poníase a sueldo de diversos capitanes. Por las calles de Santo Domingo paseaba su garbo otro extremeño, enamoradizo, espadachín y algo letrado, que se apellidaba Cortés.

Bien se señalan en usted a la par que los estigmas sintomáticos de la idiosincrasia artística los caracteres étnicos de la naturaleza andaluza. No soy andaluz, señor Pareja; soy extremeño. Mucho mejor. ¡Raza de conquistadores! Pero yo, aunque le parezca una gran inmodestia, estoy persuadido de que soy el hombre más notable de mi raza.