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Actualizado: 1 de septiembre de 2024
Considerando el carácter de esa campaña contra nuestras instituciones del día, y dolorosamente impresionado por el mal grande que al progreso y tranquilidad de nosotros, filipinos, hace esa obra perturbadora de la calumnia, odio, desconfianza y pesimismo, creo de mi deber hablar cuando entiendo que se ha llegado al colmo con un documento que ha venido a mis manos.
Este pesimismo le hizo recordar su situación presente. ¡Todo perdido!...
Salvador y D. Benigno hablaban de política, cada cual según su criterio, su experiencia y diversos conocimientos; el segundo inclinado, a las generalidades, a las teorías; el primero más aferrado a los hechos, y deduciendo de la incompatibilidad de estos con la idea, desconsoladoras consecuencias; Cordero dejándose llevar del optimismo y confiando mucho en el entusiasmo, en la virtud de los hombres y en la fuerza de ciertas ideas; Salvador inclinándose al pesimismo, revelándose muy aleccionado por la experiencia, creyendo poco en las personas y menos en las ideas verdes y desazonadas.
Por fin, a eso de las nueve y media, cuando el médico se fue, sintió doña Lupe un rebullicio, luego cuchicheos en el pasillo. Fortunata había entrado, y hablaba muy bajito con Patria. La mente de la viuda, en la cual hasta entonces todo era confusión y vaguedades, empezó a dar de sí los juicios más extraños, ideas de atrevido alcance y de un pesimismo aterrador.
Indudablemente había ocurrido una desgracia. Y cuando todos, con un pesimismo contagioso, daban por segura la catástrofe, se produjo un movimiento general hacia la borda que enfrentaba al muelle. ¡Ya llegaban!... Salieron de la Avenida los tres automóviles a toda velocidad, y una vez junto a la verja, saltaron de sus asientos los pasajeros, yendo a todo correr hacia el buque.
Luego, viendo que los días pasaban sin que la pena la matara, que dormía y sentía hambre y sed, que pensaba y discurría como antes, siempre sujeta a las groseras necesidades del organismo, se dijo, con desprecio a sí misma, que lo animal, lo puramente instintivo es en la naturaleza humana anterior y superior a todo sentimiento. Entonces cayó en un pesimismo mudo y sombrío.
Los llamados latinos, al entregarse á esta admiración, dudaban de las propias fuerzas con un pesimismo irracional. Ellos eran los primeros en decretar su muerte. Y los orgullosos germanos no tenían mas que repetir las palabras de estos pesimistas para afirmarse en la creencia de su superioridad.
Esperando la reparación, toda España y las regiones de América que son nuestras por la lengua y la literatura, le tienen por personalidad de inmenso relieve y valía en el grupo final del siglo que se fue y de este que ahora empezamos, grupo de hombres de estudio, de hombres de paciencia y de hombres de inspiración, por el cual tiende nuestra raza a sacudir su pesimismo, diciendo: «No son los tiempos tan malos ni el terruño tan estéril como afirman los de fuera y más aún los de dentro de casa.
Antes sólo había trabajo en España para una media docena de escultores. Ahora trabajamos constantemente cerca de un centenar. Yo me acordé entonces del Sr. Salaverría y de sus imprecaciones contra el pesimismo. Indudablemente me dije el Sr. Salaverría tiene razón.
Juanito, confundido entre este público e insensible a las cosas de este mundo, lo encontraba todo feo y ridículo con su pesimismo feroz. Aquellos pabellones, que vistos con un poco de buena voluntad a la luz artificial recordaban los palacios deslumbrantes de las leyendas, parecíanle ridículas barracas.
Palabra del Dia
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