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De modo que todo queda reducido a una simple catarata congénita dijo el patriarca con afán. ¡Oh, no, señor; si fuera eso sólo, seríamos felices! Bastaba decretar la cesantía de ese funcionario que tan mal cumple su obligación.... Le mandan que paso a la luz, y en vez de hacerlo, se congestiona, se altera, se endurece, se vuelve opaco como una pared. Hay algo más, Sr. D. Francisco.

En el Brasil existen todavía los frailes, lo cual es una verdadera calamidad, pues tienen en su poder una inmensa riqueza, que desamortizada haria prosperar el pais. El gobierno deberia decretar su venta inmediata; con ello ganaria mucho el Brasil, así como con la supresion de los monjes, cuya institucion ha pasado. De Rio Janeiro á Buenos-Aires y Montevideo se emplean cinco dias en vapor.

Los llamados latinos, al entregarse á esta admiración, dudaban de las propias fuerzas con un pesimismo irracional. Ellos eran los primeros en decretar su muerte. Y los orgullosos germanos no tenían mas que repetir las palabras de estos pesimistas para afirmarse en la creencia de su superioridad.

La claridad de la luna a orillas del Sena, el sol dulce, los ensueños asomado a la ventana, los paseos bajo los árboles, el malestar o el bienestar causados por un rayo de sol o por una gota de lluvia, las asperezas del genio que me ocasionaba el aire un poco vivo y los buenos pensamientos que me inspiraba la ausencia de viento, todas esas blanduras de corazón, esa esclavitud del espíritu, esas sensaciones exorbitantes fueron examinadas y del examen resultó decretar que eran indignas de un hombre, y rompí todos aquellos hielos que me envolvían en un tejido de influencias y de fragilidades.

¡Las obras del puerto que tanto gravan el comercio y el puerto que no se termina! suspiró don Timoteo Pelaez, una tela de Guadalupe, como dice mi hijo, se teje y se desteje... los impuestos... ¡Y usted se queja! exclamaba otro. ¡Y ahora que acaba de decretar el General el derribo de las casas de materiales ligeros! ¡Y usted que tiene una partida de hierro galvanizado!

El gobierno acababa de decretar la movilización contra los hombres insurrectos, y ella, aunque por su carácter universitario estaba libre del servicio de las armas, había sido de las primeras en ofrecerse para pelear por la buena causa. Consideraba esto un deber ineludible, por ser nieta de una de las heroínas de la Verdadera Revolución.

Es verdad que los padres de Trento pronunciaron acerca del uso i autoridad de los testos hebreo i griego, que su mente i voluntad fué solo decretar que en atencion al respeto con que desde los primeros siglos de la Iglesia estaba recibida la Vulgata, i á que en ella no habia cosa opuesta á los dogmas de la religion ni á las buenas costumbres, de allí en lo sucesivo los espositores de la sagrada Escritura en sus comentarios, glosas ó escolios, los maestros en sus lecciones i disputas, i los predicadores en sus pláticas ó sermones, se sirviesen de la Vulgata, con absoluta esclusion de las otras versiones latinas.

Si el estudiante se presentase á ella, jurándola amor y fidelidad, Pisa, Paris, Francia, Italia, el universo entero, desapareceria ante los ojos de esa desdichada. Pero, en fin, como dijo uno de nuestros antiguos trovadores: El dolor hay que sufrir, Pues plugo á Dios decretar Que cause pena llorar Para que agrade reir. Para mañana tenemos un plan nuevo. =Dia vigésimo primero=. Noticias de España.

También la novela dió en distintos períodos de su vida una floración de libros que tuvieron por héroes á bandidos «simpáticos» ó tenebrosos y á policías «providenciales», y á nadie se le ocurre decretar por ello la supresión de dicho género literario. Al lado de la novela psicológica y de observación directa existirá siempre la novela de folletín. Y lo mismo puede decirse del teatro.

Dice así: «Dios, Supremo Hacedor de todas las cosas, creó el animal y el hombre racional; en cuanto al animal lo perfeccionó en todo, menos en la razón, de que dotó al hombre para que conociese á Dios, respetase á los mayores en edad, dignidad y gobierno, enseñase á sus hijos á no dañar á nadie, dar á cada uno lo que es suyo, y compartir con el pobre lo que tuviese; mas todos estos santos principios se corrompieron, desde que el hombre pecó á su Dios; y he aquí por qué las tribus eligieron rey; mas siendo imposible que este se encuentre en todos los pueblos gobernados, creó Jueces para que lo representasen y por uno de los cuales, hoy me tienen ustedes, señores, aunque indigno, para interpretar la voluntad de los representantes del Rey, por lo que y dentro de las atribuciones de un mísero Gobernadorcillo, vengo en decretar los artículos siguientes, seguro de que ustedes me ayudarán en esta insignificante, pero difícil tarea.