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Actualizado: 31 de agosto de 2024
La eternidad de los castigos infernales fue muy pronto una idea vertiginosa, que anonadaba su mente. Entretanto, Jesús y la Virgen ya no eran las claras figuras desprendidas de los cuadros de Italia, sino luengos y pálidos espectros, bañados en un sudor de purgatorio, y cuyas pupilas parecían contemplar continuamente el dolor de las ánimas condenadas.
Trampeta, con actividad vertiginosa, hacía la cama al candidato del gobierno. Muy a menudo iba a la capital de provincia, a conferenciar con el gobernador.
El Friedrich August mostró prisa en salir cuanto antes. Las operaciones se hicieron con vertiginosa rapidez. La carga fué enorme: carga de personas y de equipajes. Dos vapores llenos abordaron al trasatlántico. Una avalancha de alemanes residentes en Inglaterra invadió las cubiertas con la alegría del que pisa suelo amigo, deseando verse cuanto antes en Hamburgo.
Al extraño son de aquellas palabras, o acaso por obra del linimento, Fray Miguel imaginó que todo brincaba y giraba en torno suyo con rapidez vertiginosa; que los muros y el suelo se estremecían y amenazaban derrumbarse, y que el edificio no estaba parado y fijo sobre su cimiento, sino que iba lanzado por el espacio sin límites.
Dejo el periódico; trato de dormir otra vez; abro de nuevo los ojos, exasperado. En la negrura, la estrella titilea, blanca, violeta, azul, anaranjada; una luz pasa vertiginosa y marca sobre los cristales una encendida estela fugitiva. Y cuando el tren se detiene de pronto ante una estación solitaria, oigo, en el profundo reposo de la llanura, el tric-trac del telégrafo, sonoro y presuroso.
La cabeza grande, y aunque vulgar por la vertiginosa rapidez con que descendía hasta la frente, exhibía un rostro lleno de majestad y de satisfecha suficiencia. El abdomen, ampliamente pronunciado, lo era bastante para poner en conflicto la resistencia pertinaz de las abotonaduras del chaleco y del pantalón, a las que estaba confiada la solemne misión de contener sus formas.
Ora llegaba hasta la espumante cresta de una ola gigantesca, donde se sostenía por un milagro de equilibrio, parecida a un pájaro marino; ora caía con rapidez vertiginosa en abismos insondables, verdaderas simas negras y sin fondo, que a cada momento amenazaban tragársela, pero de donde salía como una flecha para volver a montar en la cresta de otra ola.
Opone fieramente su roca al asalto terrorífico de las olas, que traen unas veces del Norte los discordantes furores de las corrientes de la Mancha, y otras vienen del Oeste engrosándose en su vertiginosa carrera de mil leguas, azotando con toda la fuerza acumulada del Atlántico. Me era querido aquel pueblecillo original y un poco triste que vive de la grande pesca rodeada de peligros.
Margarita habla atropelladamente, como si las sensaciones y las «ideas» no dieran lugar, en su afluencia vertiginosa, a la ordenación y concierto de la palabra. Me voy a poner el corsé dice para probarme los trajes: yo me los pruebo y tú apruebas o desapruebas. ¿Te parece? ¿Conforme? ¡Dí que sí! Sí, mujer, sí. No me dejas hablar. Tú te lo dices todo. Bueno... voy a ponerme el corsé.
He visto en un puertecito algunos viejos pilotos que, demasiado débiles, resignaban sus funciones; empero no lograban resignarse con su nuevo estado, y arrastrando una vida miserable, acababan por perder el seso. En lo más alto de Saint-Michel hay una plataforma llamada de los Locos. En mi vida he visto sitio más adecuado para producir la locura que esa mansión vertiginosa.
Palabra del Dia
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