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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Arrastrados por la vertiginosa corriente, respirando el vaho fangoso del río como si mascasen tierra, sacudidos a cada momento por los remolinos, Rafael se creía en plena pesadilla; comenzaba a sentirse arrepentido de su audacia. De las casas inmediatas al río partían gritos. Se iluminaban las ventanas.
Cuando se reunía Dolorcitas con alguna amiga, entonces yo ya no jugaba: ellas jugaban conmigo. Recuerdo mis conversaciones con Dolores y con una amiga suya, María Jesús; debían ser algo como el juego de un oso con dos mónitas. Las amigas se contaban sus cosas al mismo tiempo, con una velocidad vertiginosa; yo, en cambio, marchaba como una gabarra cargada hasta el tope.
Antes del invento, el acero se fabricaba en los hornos antiguos por medio del puldeo, un procedimiento más lento y más caro; pero ahora todo el metal para vías férreas, que era el de más salida, lo fabricaban con rapidez vertiginosa. Y el ingeniero describía, con un arrobamiento de devoto, las funciones del admirable convertidor, que simplificaba la industria.
Y, entonces, pensando en su pasado ingrato, en sus años de despotismo conyugal, debía sin duda, compararlos con el presente en que, enfermo y valetudinario casi, no tenía fuego en el alma, ni sangre en las venas para correr al lado de su linda mujer la carrera vertiginosa del mundo, en la cual caía como un rezagado, mientras ella, al frente de la alegre caravana, volaba cantando los aires calientes de la fuerza y de la juventud.
Sólo iban transcurridos unos segundos, cuando empezó á marcarse sobre el agua un dorso obscuro, de vertiginosa carrera, que venía rectamente hacia el vapor. ¡Torpedo! gritó Ferragut. La angustiosa espera duró unos instantes. El proyectil, oculto en las aguas, pasó á unos seis metros de la popa, perdiéndose en la inmensidad. Sin la rápida virada de Tòni, habría herido al buque en pleno flanco.
Tenía al enemigo bajo su zarpa, podía juguetear con él durante estos tres momentos que valían por siglos. En la vertiginosa superposición de imágenes que volteaba dentro de su pensamiento vió á la princesa, su madre, hermosa y arrogante, tal como era cuando le relataba, siendo pequeño, las grandezas de los Lubimoff.
Nepomuceno, que a la segunda negativa de Marta, acompañada de una mirada y una sonrisa de inteligencia para él, acabó de comprender, agradeció con todas sus entrañas el sacrificio que en su favor se hacía; y se hubiera derretido de gusto, a no estarlo ya, gracias a la proximidad vertiginosa de la alemana y a las cosas espirituales y no espirituales que ella le estaba diciendo; y, sobre todo, gracias a ciertos tropezones que de vez en cuando, bastante a menudo, daban las rodillas con las rodillas.
Casi abandonada la nave de dirección y de auxilios humanos, corrió aún no poco tiempo con velocidad vertiginosa, a merced del huracán que la impelía sobre la líquida faz del Océano, que ya la levantaba en sus oleadas, ya la precipitaba en la medrosa hondura que entre dos montes de agua a cada momento se abría. La nave de Morsamor no pudo resistir más.
Sin detenerse un punto, emprendió una carrera vertiginosa, loca, detrás del caballo, como si tuviese la absurda pretensión de alcanzarle. Aunque su aliento era grande, sin embargo, se le concluyó mucho antes de llegar a la quinta. Necesitó pararse tres o cuatro veces. Por fin llegó a la verja. Entró por la puerta de hierro, que sólo estaba llegada.
Machín, sin atender a las indicaciones del atalayero, se lanzó sobre las olas amarillas de la barra, allí donde se confundían el cielo y el mar, y pasó él y pasamos nosotros con una velocidad vertiginosa, tan pronto en la cumbre de una montaña de agua, como casi atravesándola por en medio.
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