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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Por una de las puertas, que generalmente estaba abierta, se veía la sala de billar donde jugaban siempre las mismas personas rodeadas de los mismos mirones. Cuando don Melchor y su sobrino entraron, se hablaba de un proyecto de mercado cubierto para preservar de la intemperie a las pobres mujeres que vendían al raso legumbres y leche.
Pero las decoraciones, tales como hoy las comprendemos, con sus cambios regulares, no jugaban jamás en ellas. Las cortinas sencillas exornaban la mayor parte de las escenas, representando diversas localidades, según lo exigían las necesidades del teatro.
Casi todos los días, al sonar las seis de la tarde, despojábase de la gravedad del notario y partía para Maisons-Lafitte, donde había alquilado un chalet, y adonde acudían a verle sus amigos y hasta sus amiguitas. Jugaban en el jardín a toda clase de juegos campestres, y os garantizo que el columpio nunca holgaba.
Asunto concluido; no había ya para qué buscar. La cabeza baja, el rostro oculto entre las manos, permaneció inmóvil largo rato ante su diario devastado. La habitación estaba mal alumbrada por una bujía no había tenido tiempo de encender la lámpara y llena de sombras negras, inquietantes. En las habitaciones próximas jugaban los niños, gritando y riendo.
Entonces podría ver reunidos allí, como en el reparto de un drama, los personajes todos que jugaban en su vida y ocupaban su imaginación.
Cuando jugaban en el jardincillo era ella la que corría a traer la guija para la honda o la vara de la improvisada ballesta, mientras él esperaba tieso y señoril.
Luego, cuando estaba acampado en el extremo de la isla, esperando que el Océano se amansase para emprender la travesía audaz, cayeron sobre él otros indios, que determinaron matarlo. Pero mientras jugaban su vida a la pelota pudo escaparse, y volvió otra vez al campamento, tras una ausencia de quince días, cuando Colón le creía muerto o en Santo Domingo.
El aya seguía repitiendo de rato en rato: Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido? Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o entraba, le vería sin dificultad.
Lo último, esto es, la parte que los carros, descubriéndose ú ocultándose, jugaban en la acción de Los autos sacramentales, consta, con evidencia, del análisis de algunas composiciones de este linaje, y por ellas se conoce también exactamente la maquinaria y los trajes que se usaban.
Jugaban ya en todas las gacetillas las frases de «reptil venenoso», «entes despreciables», «cerebros obtusos», «revolcándose en el fango», «seres innobles y degradados» y otras no menos afectuosas para los del bando contrario. Cansados de injuriarse unos a otros, comenzaron pronto a atacarse en sus familias. No perdonaron ni a sus modestas esposas ni a sus ancianos padres.
Palabra del Dia
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