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Para ello le pareció que el indicado era Maugirón, una de esas gacetillas parisienses que se meten en todas partes, que todo lo conocen y que adivinan lo que no saben.

A este programa continuó el sabio , siguen, como usted ve, unos versos, tontos y malos, como todo lo que pueden escribir estos majaderos villavejanos; a los versos, un sueltecillo sobre policía urbana; al suelto, más versos, detestables también; y así alternando versos chabacanos con gacetillas mías, concluye la tercera plana, y comienza la cuarta con esta noticia que voy a leer a usted, y dice así: «Percance grave: El jueves último salieron a voltejear fuera de la bahía, como lo tienen por costumbre, en un balandro de recreo, un joven muy conocido, de esta población, y una linda y elegante señorita forastera que reside en sus inmediaciones.

El éxito del número primero, como era de esperar, fué prodigioso. El artículo de Sinforoso, la sabia disertación de don Jerónimo de la Fuente, las gacetillas y hasta los versos de Periquito, todo fué leído y justamente celebrado. Pero lo que preferentemente llamó la atención de las personas serias y causó en ellas honda impresión, fué el artículo de don Rosendo Nuestros propósitos.

Durante los cuatro años que en esa República permaneció, fue Director de La Revista Universal, la cual se escribía a veces desde el fondo hasta las gacetillas; conferencista en el Liceo Hidalgo y en otras Sociedades; autor dramático en los principales teatros. Los trabajadores de Chihuahua lo nombraron Diputado al Congreso de Obreros y el Gobierno lo colmó de atenciones a cada instante.

Los tertulios del Camarote, hostigados constantemente por las gacetillas del Faro, se habían decidido al cabo a fundar otro periódico en el que pudieran tomar venganza de las sinrazones que se les hacía. Enormes sacrificios costaba esto. Muy pocos, de entre ellos, eran ricos. El único que pudiera llamarse así era don Pedro Miranda.

Indignáronle mas que todo las gacetillas de calumnias, y los archivos de mal gusto dictados por la envidia, la hambre y la torpeza; viles sátiras que respetan los buytres y despedazan las palomas; novelas faltas de imaginacion, donde se ven mil retratos ideales de sugetos que sus autores no conocen. Tiró al fuego todos estos detestables escritos, y salió aquella tarde de casa, para ir al paseo.

Mientras tanto, las gacetillas de La España con Honra y El Puente de Alcolea corrían por todo Madrid, entre las rechiflas, burlas y sarcasmos de tirios y troyanos, capuletos y montescos. ¡Cosa singular!

Era un artículo titulado El criterio de los padres de la Provincia. Al fin, haciendo un esfuerzo supremo para serenarme, pude leer la sección de gacetillas, donde hallé una que decía: "=Suceso extraño=

Venían por fin las gacetillas con su correspondiente título cada una, donde brillaba el ingenio, tanto de Sinforoso, como de todos los que colaboraban en El Faro. Una se titulaba: A pasear, sarrienses.

Doña Paula y don Álvaro llegaron a Vetusta el mismo día, aquel en que voló al cielo un ángel más, en opinión de Trifoncito Cármenes, que seguía siendo romántico, contra los consejos de don Cayetano. Un periódico liberal del pueblo, El Alerta, publicaba una tras otra estas dos gacetillas, que pusieron a don Fermín de un humor endiablado. «Bien venido.