Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de noviembre de 2025


Tras los cochecillos se alzaban leves nubes de polvo. Junto a una taberna jugaban unos perritos. De vez en cuando pasaban por el camino hombres con sacos a la espalda, gentes misteriosas, de esas que siempre, a toda hora, van a alguna parte.

Sonaba también de vez en cuando algún balcón que se abría con estrépito ó la voz de una mujer que mandaba á su hijo á la escuela, ó los chillidos penetrantes de los niños que jugaban en la calle. Envolviendo todos estos ruidos de un modo vago y misterioso, percibíase el lejano rumor de un río que no corría muy apacible. Indudablemente no estamos en el campo, pero tampoco en la ciudad.

Otras veces la entretenía con juegos de prestidigitación, en que era un poco inteligente. O bien jugaban ambos a los naipes con extraordinaria atención o empeño, como si disputasen algo de provecho. O bien bailaban al son de algún piano mecánico que se paraba en las cercanías de la casa. Poníanse a comer confites y hacían apuestas a quien engullía más.

Plácido, recogido por caridad en el castillo, e hijo de padres desconocidos, había sido criado con amor por doña Aldonza, la mujer de don Fruela. Hasta la edad de ocho años, vivió Plácido en fraternal familiaridad con Elvira, la hija de doña Aldonza, que era de edad poco menor que él. Juntos jugaban los niños, y juntos aprendieron a leer y la doctrina cristiana.

Vió al sol descender por detrás de las negras hayas, y extenderse poco á poco la sombra sobre el cielo rojizo, hasta quedarse todo obscuro. Cerró entonces la ventana y cogió un libro. En el salón, la señorita Guichard y Bobart no jugaban esta noche su partida acostumbrada. La solterona estaba pensativa; el episodio del perro le parecía muy extraño.

Mientras los niños jugaban con su madre en el campo, como pequeños salvajes, el enfermo tosía recluido en su dormitorio, detrás de los cristales, o se asomaba a la puerta buscando un rayo de sol. Por las noches, a altas horas, era la visita de la musa, enfermiza y melancólica, y sentado al piano improvisaba entre toses y gemidos su música, de una voluptuosidad amarga.

En aquel comienzo del verano no había más que gentecilla; matrimonios viejos y económicos y jóvenes mamás que aprovechaban de su libertad relativa para gozar de aquel delicioso mes de julio tan a propósito para las vacaciones con sus días interminables. Los niños, sin pensar en su próxima esclavitud, jugaban entusiasmados y se mojaban en los pequeños estanques que hacían con las manos.

En la sala contigua al gabinete viejo estaban los socios de costumbre, los que no jugaban a nada y los seis que jugaban al ajedrez. Estos habían colocado el respectivo tablero junto a un balcón, para tener más luz. En el fondo de la sala parecía que iba a anochecer.

Varios niños que jugaban una tarde cerca de la referida cabaña, vieron á una mujer alta, con traje de color obscuro, acercarse á la puerta; ésta no se había abierto ni una sola vez en muchos años; pero sea que la mujer la abriera, ó que la puerta cediese á la presión de su mano, por hallarse la madera y el hierro en estado de descomposición, ó sea que se deslizara como un fantasma al través de cualquier obstáculo, lo cierto es que aquella mujer entró en la desierta y abandonada cabaña.

Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida, anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.

Palabra del Dia

vengado

Otros Mirando