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En aquel comienzo del verano no había más que gentecilla; matrimonios viejos y económicos y jóvenes mamás que aprovechaban de su libertad relativa para gozar de aquel delicioso mes de julio tan a propósito para las vacaciones con sus días interminables. Los niños, sin pensar en su próxima esclavitud, jugaban entusiasmados y se mojaban en los pequeños estanques que hacían con las manos.

El de mi predilección es este último, sobre todo en esos países de marismas, donde el agua de los estanques conserva la luz tanto tiempo... En ocasiones, se utiliza como puesto el chinchorro, barquichuelo sin quilla, estrecho, y que al movimiento más leve se pone por montera.

De este modo, acostándose, podían fundirse á la vez con la luz de la superficie y la penumbra del fondo, librándose de sus perseguidores. Todas las infinitas variedades de la fauna mediterránea se movían en los otros estanques. Pasaban por las láminas de cristal verdoso las salpas, las bogas y las obladas, vestidas de plata viva con bandas de oro en los costados.

El tiempo habia hecho su oficio: todas las construcciones poco sólidas se habian reducido á polvo: la tierra, tan afanosa por tragar los monumentos de los hombres que le arrancan los tesoros de sus entrañas, habia recobrado lo suyo, y con su incesante é imperceptible crecimiento cubierto ya las marmóreas escalinatas rotas, los pavimentos de piedra desnivelados, los acueductos, algibes, estanques, fuentes, baños: todo lo somero y profundo, sobre lo cual tendió largos años su capa de nieves y barrizales el aterido invierno, su verde manto de grama la alegre primavera, sus tejidos de cardos, espinos y punzante maleza el abrasado verano, y el otoño su seca y amarilla vestidura de despojos.

Entonces, con todo su cuerpo estirado, bosteza y se alarga, fatigoso, aburrido, insolentemente... ¡Pues bien, ! No lo niego, soy un mal cazador. La espera, para , es la tarde al caer, la luz que desaparece y se refugia en el agua, los estanques que relucen, abrillantando hasta el tono de plata fina el tinte gris del cielo ensombrecido.

No es ya el íntimo deleite de los estanques y acequias que aparecen, distanciados, entre los repliegues de un terreno arcilloso, bajo el cual se filtra el agua por doquiera, dispuesta a reaparecer en la menor depresión del terreno. Aquí la impresión es grande, vasta.

Firme en mi decisión, escribí a la Compañía, pregunté en el puerto si algún barco zarpaba hacia la costa de España y me metí en un vapor que iba a Bayona. Recuerdo que hacía un tiempo de agosto, pesado, horrible. Los ojos se quemaban contemplando las playas arenosas, las dunas amarillentas, los estanques rodeados de pinos y la reverberación del mar.

Al llegar al palacio, se presentan al viajero dilatados y espléndidos jardines, que son como la alfombra que se tiende al pié del edificio: fuentes y estanques en abundancia hermosean el lienzo que la vegetacion ofrece, siempre lozana en Inglaterra. Cerrando el cuadro se levanta el majestuoso palacio, todo de cristal, soberbio y admirable.

Este palacio, dice un historiador antiguo, estaba cercado de grandes estanques, fuentes y verjeles; las labores de sus techos eran iguales a las que se ven todavía en la Torre de Comares o Comaresch. De esta mansión es de quien canta el romance morisco: .......... .......... Los otros los alijares labrados a maravilla.

Los valles que se perdían de vista, los bosques inmensos, los estanques lejanos de la Lorena, la cinta azul del Rin a la derecha, todo aquel gran espectáculo las maravillaba, y la labradora dijo con profundo recogimiento: Juan Claudio: aquel que ha levantado esta peña hasta el cielo, que ha abierto esos valles, que ha sembrado esos montes de brezos y musgos, ése puede hacernos la justicia que merezcamos.