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Y hablaba del régimen de terror que reducía al silencio toda la campiña. La ciudad rica, odiada por los siervos del campo, velaba sobre ellos con un gesto cruel e inexorable para ocultar el miedo que les tenía. Los amos poníanse en guardia a la menor conmoción.

Al día siguiente nuestros testigos poníanse a trabajar; mi adversario, un tal Gómez Ocervo, español, exigió la espada. Esto es muy desagradable para , porque no coger un florete. ¡Me bato mañana, y seré incapaz de defenderme...! EUSTAQUIO. ¡Creo conocer a su adversario...! ¡Calle...! ¡Ocervo...! ¡Pertenece a la sala Massena...! ¡Es un tipo muy bragado...!

Los de la cuadrilla poníanse serios, con una gravedad temerosa, pensando en los escapularios y medallas que manos femeniles habían cosido a sus trajes de lidia antes de salir de Sevilla. El espada, herido en sus adormiladas supersticiones, irritábase contra el Nacional, como si viese en esta impiedad un peligro para su vida. ¡Caya y no digas más barbariaes! Ustés perdonen.

Era como las vírgenes patronas de los pueblos: la tez, con pálida transparencia de cera, bañada a veces por un oleaje de rosa; los ojos negros, rasgados, de largas pestañas; el cuello soberbio, con dos líneas horizontales que marcaban la tersura de la blanca carnosidad; alta, majestuosa, con firmes redondeces, que al menor movimiento poníanse de relieve bajo el negro vestido. , era muy guapa.

El grueso era el mismo del codaste en la parte interior en que iban los machos y ensanchaba en la parte exterior, teniendo la sección horizontal forma de cuña. Véase la relación de dimensiones. Se manejaba por medio de caña que encajaba en la cabeza. Ordinariamente no eran necesarios guardines pero poníanse en caso de mar gruesa ó vientos recios.

De pronto movíase la gente en una sección del tendido: poníanse los espectadores en pie, volviendo la espalda al redondel; arremolinábanse sobre las cabezas brazos y bastones. El resto de la muchedumbre dejaba de mirar a la arena, fijándose en el sitio de la agitación y en los grandes números pintados en la valla de la contrabarrera que marcaban las diferentes secciones del graderío.

Poníanse, , de vez en cuando a modo de parejas la mitad de los concurrentes, y dábanse con la mayor intención de ánimo sendos encontrones a derecha e izquierda, y aquello era el bailar, si se nos permite esta expresión. Mi amigo no encontró lo que buscaba, y según yo llegué a presumir, consistió en que no buscaba nada, que es precisamente lo mismo que a otros muchos les acontece.

Los demás huéspedes eran figuras secundarias, que presenciaban riendo las disputas de la mesa redonda, aventurando pocas veces su opinión y aceptando resignadamente la oligarquía de los seis que hemos enumerado, los cuales gobernaban la fonda a su talante, dictando al cocinero los platos y al dueño las horas de las comidas; los criados, que se renovaban a menudo, poníanse muy pronto al tanto de la existencia de este primer estamento, y empezaban a servir siempre por aquella parte de la mesa en que se situaba, lo que hacía montar en cólera a una señora viuda, ajamonada, que en las discusiones daba siempre la razón al oficial de marina.

Otras veces la entretenía con juegos de prestidigitación, en que era un poco inteligente. O bien jugaban ambos a los naipes con extraordinaria atención o empeño, como si disputasen algo de provecho. O bien bailaban al son de algún piano mecánico que se paraba en las cercanías de la casa. Poníanse a comer confites y hacían apuestas a quien engullía más.