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¿Y aquella desgraciada abandonada, sola al lado de la cuna de su hijo y que había debido pasar por mil torturas antes de trazar aquel testamento de odio? Aquella sufría hasta la desesperación, hasta la locura, hasta el suicidio acaso, como mujer y como madre. ¡Dios mío! El que causaba tales dolores, tales faltas, tales crímenes, ¿no era más indigno de perdón que el peor criminal?

Y no cedía a ellas, porque la repulsión que le inspiraba, cualesquiera que fuesen sus gracias, una mujer que cerca de la mesa de trabajo de su esposo o junto a la cuna de su hijo no temblaba de ofrecerlas, era mayor que las penosas satisfacciones que la complicidad con una amante liviana produce a un hombre honrado.

La señorita de Sardonne parecía responder a la perfección a tan varias exigencias, puesto que era de ilustre cuna, perfecta distinción y soberana belleza, y aun hay quien dice que demasiado soberana en sentir de la baronesa, pero era necesario ser indulgente en algo, dado que las señoritas de compañía no pueden mandarse hacer, como los sombreros.

Un poder extraño te mueve hacia ella; tienes al mismo tiempo la sensación de caer en un abismo y escuchas como carcajadas lejanas de un espíritu maligno, que quisiera atraerte una irreparable condenación. Has tomado, sin comprender cómo, las manos que ella apoyaba en el borde de la cuna.

Al ver la indignación de aquella infeliz gente robada y vejada, al ver las mujeres que acudían frenéticas y rabiosas pidiéndonos que vengáramos a sus inocentes hijos, degollados sin piedad en la cuna, comprendí las crueldades de que por su parte empezaban a ser víctimas los franceses cuando se rezagaban.

Es curiosísima esta coleccion, y digna por mas de un concepto de ser visitada. Allí, en presencia de aquellas columnas, la antigüedad renace, y el Egipto, que ántes que la Grecia misma fué cuna del saber y de una civilizacion muy adelantada, sobre todo en artes, se ostenta todavía jóven y artístico.

Lector, estos renglones tienen un mérito poco comun en nuestro siglo; tienen la augusta poesía de una lágrima que en este momento cae de mis ojos; una lágrima que pide á Dios por el reposo eterno de mi madre. Allí, en la Provenza, está tambien el hogar, la casa, el rescoldo; la cuna y el sepulcro de los que nacen, viven y mueren en un mismo palmo de tierra.

Dióle Dios riqueza y poder, y cuna ilustre, y á me dió ingenio y dominio sobre los demás, y ojos que saben mirar, y oídos que sin escuchar oyen; somos, pues, uno solo. ¿Y qué me importa á de todo eso? dijo la Dorotea. Oíd, oíd, y esperad al fin.

Víctima ya de la suspicacia, y tal vez de la envidia del Rey, se retiraba harto desengañado a sus dominios de Loja, después de haber visto arrasada la fortaleza de Montilla, que fue su cuna, y castigados con dureza no pocos de sus parientes y amigos.

Pañales pobres se secaban en las cancillas de las puertas; la cuna del recién nacido, colocada en el umbral, se exhibía tan sin reparo como las enaguas de la madre.... Y no obstante, el barrio no era triste; lejos de eso, los árboles vecinos, el campo y mar colindantes, lo hacían por todo extremo saludable; el paso de los coches lo alborotaba; los chiquillos, piando como gorriones, le prestaban por momentos singular animación; apenas había casa sin jaula de codorniz o jilguero, sin alelíes o albahaca en el antepecho de las ventanas; y no bien lucía el sol, las barricas de sardinas arenques, arrimadas a la pared y descubiertas, brillaban como gigantesca rueda de plata.