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Actualizado: 28 de julio de 2025


Su atención se concentraba inmediatamente en los nuevos pollastres que venían piando a cobijarse bajo sus alas protectoras. Quien les causó una serie de decepciones y amarguras, que a poco dan con ellas en el sepulcro, fue el conde de Onís. En su vida habían tropezado con un hombre más incomprensible. ¡Lo que las pobres sudaron para meterle en vereda, en la florida vereda de Himeneo!

Los vientecillos precursores del día empezaron a retozar entre los troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y algún pájaro, desvelado por los inusitados ruidos, batía las alas piando alegremente, y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los resplandores de la aurora.

Cloqueaban las gallinas, cantaba el gallo, saltaban los conejos por las sinuosidades de un gran montón de leña tierna, y vigilados por los dos hijos pequeños de Teresa, flotaban los ánades en la vecina acequia y correteaban las manadas de polluelos por los rastrojos, piando incesantemente, moviendo sus cuerpecillos sonrosados, cubiertos apenas de fino plumón.

Aquel día, que era en extremo caluroso, o no habían salido las aves a merodear o habían vuelto tempranito, y trinando y piando, mientras que arrullaban tórtolas y palomas, hacían salva y música al Santo Patrono, así en los alrededores como dentro de la misma villa. Para mayor ornato y esplendor se habían erigido en ella seis triunfales arcos de lozano y verde follaje.

En la última línea del horizonte, bajo la inmensidad azul, se destacaban las cumbres violáceas de la sierra, oíase a lo lejos acompasado y lento el campanilleo de una recua, y una bandada de golondrinas, piando alegremente, volaba en torno de los murallones de un castillo ruinoso que parecía perdido y olvidado en la extensa soledad del llano.

El viejo acabó por dormirse en la cama de sus conserjes, con el sueño pesado y embrutecedor del cansancio, sin sobresaltos ni pesadillas. Caía y caía en un agujero lóbrego y sin término. Al despertar, se imaginó que sólo había dormido unos minutos. El sol coloreaba de naranja las cortinillas de la ventana. A través de su tejido vió unas ramas de árbol y pájaros que saltaban piando entre las hojas.

El sol es blanco y frío, las flores no tienen fuerza para abrirse y no se oyen en el campo más que pajarillos piando en los breñales. ¡Antes había un aire tan dulce, tan agradable cuando empezaba a caer la tarde y me gustaba tanto cuando agitaba mis cabellos! Ahora son brisas que lo secan todo y me espanta el ruido que hacen cuando rechinan en las ramas muertas.

Despáchale á la isla por el rio, Que dicen de las Palmas, afamado. No de bastimentos tan vacio, Que al fin le han de decir: "bien seais venido:" Que están como los pollos ya piando, Y solo por comida suspirando.

Estaban triponcillos y desnudos; tenían hambre, y abrían, piando en coro, unas desmesuradas bocas amarillas: hoy están enteramente cubiertos de su plumaje pardo, saltan en la jaula, y ensayan sus primeros trinos. Ayer mi cuadrante marcaba el mediodía natural a las doce y tres minutos y hoy le marca a las doce y treinta y tres. Ha pasado un mes en que no he vivido.

Pañales pobres se secaban en las cancillas de las puertas; la cuna del recién nacido, colocada en el umbral, se exhibía tan sin reparo como las enaguas de la madre.... Y no obstante, el barrio no era triste; lejos de eso, los árboles vecinos, el campo y mar colindantes, lo hacían por todo extremo saludable; el paso de los coches lo alborotaba; los chiquillos, piando como gorriones, le prestaban por momentos singular animación; apenas había casa sin jaula de codorniz o jilguero, sin alelíes o albahaca en el antepecho de las ventanas; y no bien lucía el sol, las barricas de sardinas arenques, arrimadas a la pared y descubiertas, brillaban como gigantesca rueda de plata.

Palabra del Dia

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