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Al término de aquella nave veíase otra igual y salvando un patio que las separaba, había entre ambas un puentecillo estrecho de madera, junto al cual giraba sobre su eje la enorme rueda de un colosal volante. Cuando iba Gasparón por la mitad del puentecillo, vio que de la segunda nave llegaba un aprendiz corriendo, con tal ímpetu, y tan lanzado a la carrera, que ya no podía detenerse.

Luego el soberano gusto, el arte, mejor dicho, con que sabía adaptar el color y la forma del vestido al tono de sus carnes y a los cambios que en su naturaleza se operaban, daba primor y relieve a aquella adorable figura. Eso , toda la casa giraba en torno de ella. Como una diosa adorada y temida, movía a su talante todas las figuras humanas que cobijaban las torres chinescas.

Don Rosendo esperaba, como era natural, que le hablase del periódico. Nada: Maza no hizo la menor alusión a él. Esto comenzó a desconcertarle y a hacer violenta su situación. La conversación giraba de un punto a otro sin tocar en nada que se relacionase con la prensa. Al fin don Rosendo, algo acortado y enseñando toda la pasta de sus dientes, le dijo: ¿No ha recibido usted El Faro?

Tan fausto acontecimiento deseo celebrar con la pompa de los inmortales, hoy que la Tierra, siguiendo su eterna carrera, ha vuelto á ocupar el mismo punto en su órbita, donde giraba entonces. Así, que yo, el Soberano de los dioses, quiero que comience la fiesta con un certamen literario.

Ella giraba fría e insensible, con la altivez asexual de una virtud ruda, huyendo de los saltos y contorsiones varoniles, presentando la espalda con gesto de desprecio, y el fatigoso trabajo de él consistía en colocarse siempre ante sus ojos, en ponerse ante su paso, en salirle al encuentro para que le viera y le admirase.

Y el cubo de esta rueda era un cráneo, blanco, limpio, brillante, como si fuese de marfil pulido; un cráneo enorme lo mismo que un planeta, que permanecía inmóvil, mientras todo giraba en torno de él; un cráneo luminoso como la luna, que con sus negras oquedades parecía gesticular malignamente, burlándose silencioso de todo este movimiento. La rueda giraba y giraba.

Se pasaba entonces dos o tres días en completa tranquilidad, sin rezar más que los Padrenuestros que por rutina le salían de entre dientes todas las mañanas. Su conciencia giraba sobre un pivote, presentándole, ya el lado blanco, ya el lado negro.

Después de esto, Blanca me daba una lección de baile, mientras él ejecutaba con brío un vals propio. Otras veces el profesor era él; mi prima iba al piano, y el comandante y mi tío nos contemplaban con complacencia, mientras yo giraba en brazos del señor de Couprat, en medio de una alegría indecible. ¡Qué lindos días! No hacíamos un proyecto en que él no estuviera incluido.

También daba vueltas, como la rueda fatal. Giraba y giraba sobre mismo con una monotonía desesperante; pero este movimiento, que era el más inmediato, el más visible, el que todos podían apreciar, resultaba insignificante. Otro movimiento era el superior.

Creía firmísimamente que un año tiene trecientos sesenta y cinco dias y un quarto, contra lo que enseñaba la moderna filosofía de su tiempo, y que estaba el sol en el centro del mundo; y quando los principales magos le decian en tono de improperio, y mirándole de reojo, que sustentaba principios sapientes haeresim, y que solo un enemigo de Dios y del estado podia decir que giraba el sol sobre su exe, y que era el año de doce meses, se callaba Zadig, sin fruncir las cejas ni encogerse de hombros.