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Actualizado: 13 de junio de 2025
Ve, amigo, y guíete otra mejor ventura que la mía, y vuélvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas.
¿De modo que me dejas plantada, así, sin más ni más, olvidando todo lo que he hecho por ti, desde el momento que te recogí como si fueses mi hija? Esté usted segura, señora, de que no olvido un momento ninguna de las singulares bondades que a usted debo desde el momento que tuvo a bien tomarme a su servicio.
¡Murióse aquella santa, que si ella no se muriese no recibiera yo este trato! ¡Bruja! Nadie en el mundo me dijo ese texto, que vengo de muy buenos padres, y no habrá cristiano que me haya visto escupir en la puerta de la iglesia, ni hacer los cuernos en la misa mayor. ¡Ay, muerte negra, que te llevas a los mejores y dejas a los más ruines!
Figúrate que por amor se casa pobre...; tú la dotas; o que se casa contigo...; la dotas también; o que se muere...; la heredas, quedándote tranquilamente con mi legado, que legalmente será tuyo. ¿Y si muriese yo? Se lo dejas a ella. Y si nada necesita, tuya será entonces, sin condiciones, la herencia. Por Dios, señor, yo creo que jamás un testamento se ha hecho así, de tan extraña manera....
Ricardo había pasado un brazo en torno de la cintura de la niña y la tenía sujeta suavemente para defenderla de cualquier peligro. Al cabo de mucho tiempo, Marta volvió su rostro encendido hacia él y le dijo con voz conmovida: Dime, ¿me dejas apoyar la cabeza en tu pecho? ¡Tengo unas ganas de llorar! Ricardo la miró con sorpresa y atrayéndola dulcemente hacia sí la acostó sobre su regazo.
«No me acordaba de que tengo que escribir unas cartas dijo Isidora repentinamente . ¿Me las dejas escribir aquí, en tu mesa? Sí, sí, ángel ponzoñoso» contestó Augusto, en cuya alma retoñaban devaneos estudiantiles. Precipitadamente sacó papel, sobres. Isidora se sentó en el sillón de la mesa de despacho, él la dio pluma y ella se puso a escribir.
Ella apeló entonces a las lágrimas, último recurso femenil; y Fernando, para distraerla, comenzó a ensalzar la belleza del paisaje. Interrumpía sus desesperadas reflexiones con llamamientos para que fijase los ojos en la tupida arboleda y la maravillosa vista de la bahía. El remedio fue eficaz. ¡No me quieres, me has engañado! gemía Nélida . Me dejas ir al encuentro de mi hermano.
Manolo la estrechó con fuerza entre las suyas y la retuvo, mirando á la joven en silencio con intensa expresión de cariño. Ella apartó los ojos con señales de malestar y dijo afectando indiferencia: ¿Y qué dejas por Medina, niño? Al mismo tiempo tiró suavemente de su mano.
Al fin repuso: Ya no sé si es malo ó bueno lo que estamos haciendo. Tú dices que es malo, y lo será. De lo que estoy seguro es de que si dejas de quererme iré para el infierno irremisiblemente... Y en último resultado, faltándome tu amor, el cielo y el infierno son iguales para mí... ¡Calla, calla! exclamó ella tapándole la boca con una de sus manos. ¡No digas blasfemias!
Lo que es yo no te llevo replicó vivamente este . Me voy ahora mismo. Ni yo tampoco añadió al punto Currita Fernandito no se siente bien, y no hemos de andar por ahí dando vueltas. Pero, mujer, si te coge al paso... Me dejas en la calle de Alcalá, en la chocolatería de doña Mariquita... Por nada del mundo pierdo yo mi gran jícara con su par de mojicones... Son sabrosos opinó Villamelón.
Palabra del Dia
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