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El atavío de cada una estaba más o menos adelantado, y se proseguía en un espacio reducido por las camas suplementarias tendidas en el suelo. La señorita Nancy, al entrar en el cuarto azul, tuvo que hacer una pequeña reverencia ceremoniosa a un grupo de seis damas.

No creyó ver sino que con los ojos del alma vio a Cristeta como estaba la primera vez que hablaron: falda muy hueca, de percal, pañoleta de espuma al talle, zapatitos con galgas y moño bajo, lleno de flores; todo el atavío gitanesco; pero no en el cuarto del teatro, sino en aquella plazoleta de la Moncloa situada junto a la fuentecilla.

La saya suelta, la diminuta chinela, la bordada piña, el alto pusod, la aplastada peineta y los pequeños aretes, constituyen su atavió, que jamás deja, á no ser que la Epístola de San Pablo se encargue de modificar trajes y costumbres, cosa que suele acontecer, casándose con europeo.

Observó la de Rubín el trajecito azul de Adoración, sus botas, todo su decente atavío, y en aquella inspección fisgona que hizo, sus miradas y las de Jacinta se encontraron alguna vez. «¡Oh, si supieras al lado de quién estáspensaba Fortunata, y aquí su temor se desvanecía un tanto, para dejar revivir la ira. «Si yo te dijera ahora quién soy, padecerías quizás más de lo que yo padezco». Adoración quería decir algo; pero Jacinta le tapaba la boca, y mirando a la de Rubín se sonreía con esa ingenuidad que indica ganas de trabar conversación.

La ley no es bien guardada, la ley positiva de los tiempos heroicos de la Hélade. El gran aparejo y atavío con que ornáis la ciudad de Teseo más le hará tuerto que derecho. Holgados y descansados queréis á vuestros compatriotas, dolientes y cobardes los hallaréis á la hora de la batalla...» ¡Graciosísimo! exclamó el ingeniero, riendo á carcajadas.

El buen gusto y la economía tienen íntima relación. Al estrecharse un poco los presupuestos destinados al atavío, la mujer aguza su ingenio para suplir con el arte los adornos costosos. Y entonces está mejor, porque no consiste la elegancia en gastar mucho, sino en gastar bien.

Traje de mañana de un gris humo suave y exquisito, hongo de finísimo castor, una flor de gardenia en el ojal, guantes de gamuza flamantitos, tal era el atavío del indiscreto que así registraba el salón de Damas. Advertíase en su tipo mezcla singular de debilidad y fuerza, cuerpo de sietemesino y músculos de Hércules.

El 7 de Octubre de 1492 anotó Colón que «la carabela Pinta tiró una lombarda por señal de tierra y levantó una bandera en el tope del mástil». El 18 de Diciembre escribió que en conmemoración de la fiesta de la Virgen tiráronse muchos tiros de lombarda; puso las banderas y atavió la nao. Vino á bordo el cacique de Santo Domingo, y al despedirle hizo tirar muchas lombardas.

Creía él que la composición del indumento, la elección de los colores, las proporciones de un traje eran cosa muy digna de ser tenida en cuenta por un hombre de buen tono; pero, una vez adquirida aquella combinación, ya no pensaba más en ella, y habría sido hacerle gran injusticia, el suponer que de su atavío se preocupara más tiempo que el necesario para los ingeniosos cuidados que en él ponía.

Entre su doncella y la peinadora la vistieron de chula rica. Aquella mañanita de San Isidro, mientras duró el atavío chulesco, todo era regocijo en la casa, todo risas y alegrías. Don José andaba a gatas sirviendo de caballo a Riquín, ya vestido desde el amanecer de Dios, y Mariano cantaba en la cocina rasgueando una guitarra.