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En cierta anchura que abría la senda a distancia igual de la aldea y de la bendita capilla, al lado de una fuentecilla fresca, de clara y sonante agua, y bajo la frondosa sombra de dos nogales hermosos, estaba sentado un personaje, no de la mejor catadura, y que por ser sujeto de razonable influencia en este cuento, no será fuera de propósito presentarlo en este punto con ayuda de cuatro pinceladas.

Deteníase a los pocos pasos; se dejaba caer, jadeando, en todos los bancos y poyos del paseo. La Teodora quiso acompañarla hasta la Fuentecilla, animándola con sus palabras y gesticulaciones gitanescas. Arriba, mi niña... A ver cómo echamos unos pasitos más; a ver cómo se mueven esos pinreles bonitos.

Y para calmar la impaciencia bélica del ruso, el príncipe Tong remitía, con estos recados sutiles, algún substancioso presente de confites o goma de bambú en caldo de azúcar. Había un kiosco en el jardín, bajo los sicomoros, que se denominaba, al modo chino, el «Reposo discreto»; a un lado un arroyo fresco cantaba dulcemente bajo una fuentecilla rústica pintada de color de rosa.

Fue Benina hacia donde se le indicaba, despachados brevemente sus asuntos en la calle de la Ruda; y después de dar vueltas por la Fuentecilla, y subir y bajar repetidas veces la calle del Peñón, vio al marroquí, que salía de casa de un herrero. Llegose a él, le cogió por el brazo y...

Y , fiel a esta consigna Avisas al hombre cuando por tu lado pasa Con el sordo murmullo que produce el líquido, al caer en el recipiente. Y al que se detiene a contemplarte Le dices satisfecha: Este prodigio que admiras, obra de Dios es. Mis murmullos son el himno que constantemente elevo al autor de la Naturaleza. Yo siento en el corazón, ¡oh, fresca fuentecilla!

Y volviéndose hacia Maltrana, murmuraba con expresión llorosa: ¡Está muy malita, don Isidro! ¡Qué bien jase usted en llevársela!... Pasaron la Puerta de Toledo, y en la Fuentecilla se separó la gitana, después de dar varios besos a la enferma. ¡Que el Baró der sielo te ponga pronto buena; que su santísima mare no se aparte de ti!... Adió, terronsito de asúcar; adió, armendrita durse!...

Yo no donde he estado; que en ti no puede hallarse quien pretende ausentarse del noble nacimiento; pero sin duda siento que estoy en vos; pues miro que ni lloro, ni peno, ni suspiro. . . . ¡Oh soledades santas de la vida dichosa, gusto, placer, descanso i alegría! ¡Oh vejetables plantas de la edad presurosa, recreo, pasatiempo y compañía! ¡Oh fuentecilla fria que murmuras ufana, no como cortesana, á todos me consagro; y pues sois el milagro mayor de mi sosiego, goce yo vuestra paz y muera luego.

Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sotil y, delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della, luego derretida la cera por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía.

«Ya le dijo al fin , que estarás todo el día en la fuentecilla del Duque de Alba . Si se me olvida algo, iré a preguntártelo, y a que me enseñes la oración. Eso que me ha de costar trabajo aprenderlo, sobre todo si no me lo pones en lengua cristiana, que lo que es en la tuya, hijo de mi alma, no cómo voy a componerme para no equivocarme. Si quivoquiar ti, Rey no vinier».

Interrogada por Benina acerca del ciego moro y de su vivienda, respondió que le había visto junto a la fuentecilla, pasado el Puente, pidiendo; pero que no sabía dónde moraba. «Vaya, con Dios, señora dijo la Burlada despidiéndose . ¿No va usted hoy al punto? Yo ... porque aunque poco se gana, allí tiene una su arreglo.